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A pesar de los grandes avances que ha experimentado la medicina a lo largo de las últimas décadas, las enfermedades infecciosas continúan siendo una causa importante de mortalidad en nuestro entorno, en especial en las personas mayores. La edad es un factor de riesgo para muchas enfermedades debido al proceso de envejecimiento del propio sistema inmunitario (inmunosenescencia). La enfermedad neumocócica y la gripe son claros ejemplo de patologías en las que la mayor tasa de incidencia se produce en los grupos de edad más avanzada.
En los pacientes de más edad, si además padecen alguna patología crónica de base, las infecciones respiratorias tienen una peor evolución, cursan con mayor gravedad por el empeoramiento de la/s patologías subyacentes, tienen un mayor porcentaje de hospitalizaciones y estancias hospitalarias más largas, y además, requieren un mayor seguimiento al alta (frecuentación médica, medicación adicional, etc.). Todo ello, sin duda, tiene un efecto negativo sobre el propio paciente (peor calidad de vida, mayor letalidad) y tiene un gran impacto en coste para el sistema sanitario.
La neumonía neumocócica causa 9.995 ingresos anuales en adultos en España (72% en mayores de 65 años) La probabilidad de hospitalización de estos pacientes es de hasta 73 veces mayor en pacientes con otras comorbilidades, cuya presencia también es más frecuente en las personas de más edad. La tasa de letalidad en este grupo de edad es del 9,5%.
La vacunación frente a neumococo es la forma más efectiva de prevenir la enfermedad y sus complicaciones habiendo demostrado ser segura y eficaz. Además, en el contexto de la actual pandemia del coronavirus, la Organización Mundial de la Samul (OMS) ha publicado una serie de recomendaciones, entre las que se encuentran, además del refuerzo en la higiene de manos y la higiene respiratoria o el distanciamiento físico, administrar a los sanitarios la vacuna anual contra la gripe y las vacunas antineumocócicas conjugadas. Dichas vacunas protegen contra infecciones que suponen una contribución importante a la mortalidad por causas respiratorias en las personas mayores.
Aunque no se ha establecido de forma clara el papel de otros patógenos respiratorios en el diagnóstico y evolución de la Covid-19, algunos estudios han establecido su presencia en pacientes diagnosticados de esta enfermedad. La mayoría de estas coinfecciones ocurrieron entre uno y cuatro días después del inicio de la enfermedad y el patógeno más frecuentemente encontrado en la faringe de estos pacientes fue el S. pneumoniae seguido de la Klebsiella pneumoniae y Haemophilus Influenzae.
Aunque actualmente hay información limitada sobre si el Covid-19 está asociado con un mayor riesgo de infección neumocócica, la vacunación neumocócica puede prevenir infecciones bacterianas primarias y secundarias y el uso innecesario de medicamentos antibacterianos, especialmente en aquellos con mayor riesgo de enfermedades graves, como son los adultos mayores.
Prevenir las enfermedades respiratorias y la hospitalización por neumococo a través de la vacunación no solo salva vidas, sino que ayuda a reducir la carga de enfermedad sobre un sistema de salud ya afectado por la pandemia de coronavirus. Todo ello, sin duda, justifica la vacunación sobre estos grupos de población en riesgo.
Tipos de vacunas contra la neumonía
Existen dos vacunas contra la neumonía, la conjugada neumocócica (PCV13 o Prevnar 13) o la antineumocócica de polisacárido (PPSV23 o Pneumovax 23). La PCV13 ayuda a proteger contra 13 cepas diferentes de bacterias neumocócicas y, generalmente, se administra solo una vez a adultos mayores de 64 años. La PPSV23 ayuda a proteger contra 23 cepas diferentes de bacterias y también se suministra una única vez a cualquier persona mayor de 64 años.
Ambas vacunas ayudan a prevenir complicaciones neumocócicas, como la bacteriemia y la meningitis. Se ha descubierto que, en pacientes de más de 64 años, recibir la PCV13 y la vacuna PPSV23 proporciona la mejor protección contra todas las cepas de bacterias que causan neumonía. Aunque es aconsejable que haya un espacio de tiempo entre ambas como, por ejemplo, un año. Es importante consultar con el médico para estar completamente seguro de que no se es alérgico a ninguno de los componentes incluidos en ellas.
Sin embargo, no todo el mundo debe recibir estas vacunas. Por ejemplo, se deben evitar si se ha tenido una alergia grave en el pasado a alguna vacuna hecha con toxoide diftérico, a algún componente de los dos tipos de vacunas o si se está enfermo en el momento de la administración.
Efectividad
Aún recibiendo alguna de estas inyecciones, existen posibilidades de que una persona pueda contraer neumonía. Cada una de las vacunas tiene una efectividad del 50% al 70%. La eficacia también varía según la edad y la fortaleza del sistema inmunitario del paciente. El PPSV23 puede tener una efectividad del 60% al 80% si se tiene más de 64 años y un sistema inmunológico saludable, pero la efectividad es más baja si con esa misma edad se tiene algún trastorno inmunitario.
Efectos secundarios
La reacción del sistema inmunitario a una dosis de esta vacuna puede provocar algunos efectos secundarios. Pero, teniendo en cuenta que las sustancias que la forma corresponden a la superficie inofensiva de azúcar (polisacárido) de la bacteria, no hay que preocuparse de que cause una infección.
Algunos posibles efectos secundarios incluyen fiebre entre 37°C y 38°C, irritación, enrojecimiento o hinchazón donde se administra la inyección, y otros signos que pueden variar según la edad del paciente. Además, los adultos mayores pueden sentir dolor donde recibieron el pinchazo, así como dureza o hinchazón. Las personas de todas las edades con alergias a ciertos ingredientes de la vacuna pueden tener algunas reacciones alérgicas graves.
¿A qué grupos se recomienda más esta vacuna?
Se recomienda especialmente a:
– Bebés y niños menores de 2 años
– Adultos mayores de 65 años
– Personas que tienen problemas de salud a largo plazo o crónicos, como la diabetes mellitus o una enfermedad cardiovascular significativa.
– Personas con un sistema inmunitario debilitado y adultos fumadores, ya que podrían haber dañado los pequeños cabellos que recubren el interior de los pulmones. Cuando están dañados, no filtran de forma adecuada y, por lo tanto, no detienen los gérmenes con la misma eficacia.
Las personas con problemas de consumo de alcohol también son un grupo al que se aconseja recibirla, ya que sus glóbulos blancos (que combaten las infecciones) no funcionan del mismo modo que el de las personas con un sistema inmunitario saludable. También es adecuado para aquellos que se someten a una cirugía o padecen una enfermedad grave. En lugares como la UCI de un hospital se corre el riesgo de contraer neumonía e igualmente tras una cirugía mayor o si se está en proceso de recuperación de una lesión grave, ya que el sistema inmunitario se encuentra débil.
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