La osteoporosis, enfermedad sistémica que se caracteriza por una disminución de la masa ósea que incrementa la fragilidad de los huesos y las fracturas, afecta al 35% de las mujeres españolas mayores de 50 años y al 52% de las mayores de 70. El impacto de esta patología en las mujeres que la padecen es notable, ya que es responsable del 80% de las fracturas que sufren las mujeres menopáusicas mayores de 50 años. Por todo ello, menopausia y osteoporosis guardan una relación estrecha.
Para entender esta enfermedad es necesario abordar el proceso del remodelado óseo. «El hueso se compone de una matriz extracelular de colágeno y calcio y varios elementos celulares -osteoclastos, osteoblastos y osteocitos-, que se encargan de formar el hueso y reabsorberlo para que se mantenga sano. Ahora bien, sobre este sistema actúan diversas hormonas como la parathormona y, en el caso de las mujeres, el estradiol o sustancias como la vitamina D», explica la facultativa, médico especialista en Ginecología y Obstetricia de IMQ, Leire Viguri.
Menopausia y fragilidad
La osteoporosis es la consecuencia de un desequilibrio entre los factores que estimulan e inhiben la reabsorción ósea. En este punto, la menopausia cobra especial importancia, ya que, tal y como explica la Dra. Viguri, «tras el inicio de la menopausia cesa la producción de estradiol, hormona con gran influencia en la salud ósea. Cuanto más joven sea la paciente con insuficiencia ovárica, más riesgo tendrá de desarrollar osteoporosis, sobre todo, si no había alcanzado su pico de masa ósea».
Además, esta enfermedad no presenta síntomas y, por ello, la detección precoz es clave, ya que los daños pueden ser muy graves. La consecuencia principal de la osteoporosis son las fracturas por fragilidad. Aquellas fracturas que se producen por lesiones que serían insuficientes para quebrar un hueso sano y se deben a traumatismos mínimos, en ocasiones, inidentificables. Sobre la gravedad de estas facturas, la especialista en Ginecología y Obstetricia de IMQ indica que «generan un exceso de mortalidad, morbilidad, dolor crónico, ingreso en instituciones y costes socioeconómicos».
Detección precoz, la clave para evitar fracturas
Existen dos grupos de técnicas principales para medir la masa ósea y, con ello, detectar la osteoporosis. Las pruebas invasivas, que requieren de una intervención quirúrgica, como la biopsia ósea; y las no invasivas como las técnicas de densitometría. A su vez, este último grupo se divide en las pruebas ionizantes, que utilizan rayos X o gamma, o no ionizantes, que se basan en ultrasonidos o resonancia magnética.
En la actualidad, la densitometría ósea es la prueba de referencia o «patrón oro» a la hora de evaluar el estado del esqueleto. La gran ventaja de este sistema, ofrecido por IMQ, es que, tal y como explica la Dra. Viguri, «permite diagnosticar pacientes asintomáticos con riesgo de fractura de forma totalmente indolora y, dependiendo de la zona, en unos 10 o 30 minutos».
Los centros multiespecialidad de IMQ (Zurriola, Amárica y Colón) así como la Clínica IMQ Zorrotzuarre cuentan con equipos avanzados de radiología. El destinado a densitometría de Zurriola ha sido, por ejemplo, el primero en País Vasco en incorporar una tecnología novedosa que permite evaluar la densidad ósea mediante ecografía y estimar el riesgo de fractura a 10 años, con la ventaja respecto de que el paciente no tiene que exponerse a radiaciones y el tiempo de exploración es muy reducido.
El Servicio de Diagnóstico por Imagen, encargado de realizar este examen, es un servicio altamente especializado que tiene como finalidad la realización de exploraciones para obtener imágenes ya sea con finalidad diagnóstica y/o para guiar procedimientos terapéuticos.
Respecto al funcionamiento de la prueba, la paciente se coloca en decúbito supino (boca arriba) sobre una unidad de exploración, desprovista de cualquier objeto metálico sobre las áreas a explorar. Tras ello, un eje fuente-detector de rayos X de mínima radiación se sitúa perpendicular a la zona a explorar. Las zonas más comunes son la quinta vértebra lumbar en la columna -unos dos o tres centímetros bajo el ombligo- o la zona externa del trocánter mayor en la cadera. La zona exacta se localiza gracias a un localizador láser.
Tras la exploración de cada área, se obtienen los valores de contenido mineral óseo (BMC) y de la Densidad Mineral Ósea (DMO), ambos factores claves para comprender el estado del esqueleto humano. «Se comparan los datos del paciente con los de un joven adulto y, según los criterios que establece la OMS, si en la comparativa se obtiene un valor inferior a -2.5 desviaciones estándar por debajo de la media, estaríamos ante una osteoporosis», explica la Dra. Viguri.
Cuándo realizar una densitometría
Para prevenir la gravedad de las posibles facturas y tomar medidas cuánto antes, la mayor parte de las guías internacionales sobre osteoporosis y también IMQ recomiendan valorar la DMO de las mujeres postmenopáusicas mayores de 65 años, independientemente de la presencia o no de factores de riesgo. Además, en el último documento de la Sociedad Española de Reumatología (2018) se recomienda realizar esta prueba en los siguientes casos:
• Fractura por fragilidad.
• Presencia de dos o más factores de riesgo de fracturas mayores.
• FRAX (herramienta que valora el riesgo de fractura importante a diez años) mayor o igual a 5%.
• Tratamiento con fármacos inhibidores de aromatasa, antiandrógenos y glucocorticoides.
• Enfermedades asociadas a osteoporosis secundaria como las artropatías inflamatorias crónicas, enfermedad inflamatoria intestinal, síndromes de malabsorción intestinal, hepatopatía crónica o enfermedad renal crónica avanzada.
«A partir de esa primera prueba, el intervalo de realización de la densitometría debería espaciarse en periodos superiores a los dos años», indica la especialista de IMQ.
Tratamiento de la enfermedad
Tras detectar la presencia de la osteoporosis se cuenta con tres vías de tratamiento, la farmacológica, la no farmacológica y la hormonal. La primera busca aumentar la densidad el hueso para reducir el riesgo de fractura y, los principales fármacos que se utilizan son: los bifosfonatos, el denosumab o los SERMs. La variante no farmacológica tiene una función preventiva y se basa en un estilo de vida saludable, que incluya una dieta equilibrada, ejercicio físico, evitar riesgos como el tabaquismo o el alcohol, etc., y una ingesta adecuada de calcio y vitamina D, la mayor parte proveniente de la dieta habitual.
Por último, respecto al tratamiento hormonal, se encontraría la terapia hormonal sustitutiva a base de estrógenos de forma aislada o combinados con otras sustancias; la calcitonina, una hormona involucrada en la regulación del calcio en el metabolismo óseo, o el suministro de hormona paratiroidea.
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