El aspecto estético es solo una consecuencia. Detrás de las famosas arañitas o várices puede en realidad haber un trastorno venoso, que tiene el potencial de afectar severamente la calidad de vida, hasta llegar a ser incluso discapacitante. En ese marco, los expertos alertan sobre la importancia de detectarlas a tiempo para poder tratarlas, y así evitar su progresión.
¿De qué se trata la enfermedad venosa crónica (EVC)? Es un trastorno que afecta a las venas, que son las encargadas de retornar la sangre hacia el corazón. El funcionamiento inadecuado de sus válvulas, ubicadas en las piernas, provoca inflamación y cambios en la piel. En estos casos, las paredes de las venas se debilitan, las válvulas se dañan, haciendo que las venas permanezcan llenas de sangre. Pesadez, hinchazón, «arañitas», hormigueo, y várices son algunos de sus síntomas. Con el verano y el calor, la sintomatología se intensifica y aparece con mayor prominencia, generando preocupación aunque también acarrea una dimensión social: la vergüenza.
El aislamiento social influyó en las condiciones de quienes viven con estos trastornos, y no para bien: el mayor grado de sedentarismo y sobrepeso son factores críticos para estas afecciones, sumados a las demoras en la atención y la falta de chequeos, lo que acentúa una estadística poco alentadora: sólo 1 de cada 4 personas consulta a un médico y es tratada.
«Durante los meses de aislamiento social, las consultas se vieron francamente disminuidas», admite Mabel Bussati, especialista en Flebología y Linfología del Hospital de Clínicas de Buenos Aires. «En el hospital apuntamos a la educación del paciente y al autocuidado. Además de indicarles que debían continuar con sus tratamientos, dictamos talleres teórico-prácticos en los que informábamos sobre cómo vendarse, les dimos tips para la higiene de la piel y el cuidado de las heridas, les indicamos ejercicios. Esos pacientes pasaron la pandemia sin complicaciones», relata.
Los síntomas más comunes de la EVC suelen manifestarse en 8 de cada 10 personas en el mundo, y son: pesadez, hinchazón, arañitas, hormigueo y várices. La incidencia de estos trastornos en personas que atraviesan la infección por coronavirus también es importante: «El riesgo de trombosis venosa profunda en pacientes con COVID ascendió al 14%, aproximadamente, y en aquellos críticos, internados en la unidad de cuidados intensivos, ascendió al 40%», precisa Bussati.
Todas estas cuestiones serán abordadas en el marco del «Primer Congreso para pacientes portadores de enfermedades venosas y linfáticas», espacio en el cual se discutirán las dudas más frecuentes sobre estas patologías. Será abierto a la comunidad, a distancia, con inscripción previa, y se realizará el 25 y 27 de septiembre. Los interesados pueden escribir a info@congresoflebologiayestetica.com o ingresar a través de Facebook.
Si bien los trastornos venosos no tienen cura, sí pueden tratarse tanto para mejorar su apariencia, como para evitar que se propaguen. Los tratamientos son diversos y dependerán de múltiples factores, entre ellos, la enfermedad que presenta el paciente, el estadío de la misma y las decisiones que se tomen junto al equipo médico que intervenga. «En el caso de las várices o las arañitas, se pueden tratar y controlar la progresión con medicación oral y tópica, medias de compresión, medidas higiénico-dietéticas y la terapéutica específica para eliminar los signos de la enfermedad como son la esclerosis, procedimientos endovasculares y cirugías», cierra la médica.
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