Según la Organización Mundial de la Salud (OMS): “A nivel mundial, al menos 2000 millones de personas utilizan una fuente de agua potable contaminada con heces (materias fecales)”. En ocasiones, las personas utilizan agua extraída de estas fuentes (ríos, ciénagas, otros) -sin tratamiento- para sus necesidades diarias. En otros casos, hay una planta de tratamiento de agua potable, pero muchas instalaciones registran deficiencias; lo que se traduce en la distribución de agua no potable. Según la OMS este tipo de agua contaminada “puede transmitir enfermedades como diarrea, cólera, disentería, fiebre tifoidea y polio. Se estima que el agua potable contaminada causa 485.000 muertes por diarrea cada año”.
En Colombia, un informe de la Contraloría General señala que “solamente un 23% de los municipios del país recibe agua potable apta para el consumo humano (2016)”. Según el censo 2018, la cobertura de acueducto a nivel nacional es de 86,6%; habría que analizar si esta cobertura considera las deficiencias en los servicios. En columnas anteriores, he señalado deficiencias de agua potable en barrios vulnerables de Bucaramanga, que han generado protestas ciudadanas. También en colegios de la zona rural de Bucaramanga. ¿cómo realizar la alternancia escolar en estos sitios?
Además de los riesgos asociados a la contaminación microbiológica del agua, generada por descargas de aguas de alcantarilla sin tratamiento, la OMS señala los “Peligros químicos en el agua potable”. Muchas de estas sustancias reseñadas por la OMS no se miden en países como Colombia. La resolución 2115 -que establece normas de calidad del agua potable- solo incluye 13 elementos y compuestos químicos que “tienen reconocido efecto adverso en la salud humana”. Pero muchos parámetros no están incluidos y no se miden. Es el caso de elementos radioactivos como el Uranio (presente en montañas cercanas) y muchos otros llamados contaminantes emergentes.
La OMS también señala que “Para el 2025, la mitad de la población mundial vivirá en áreas con escasez de agua”. En columnas anteriores, he citado el Estudio Nacional del Agua (ENA, 2018) en el que aparecen 50 municipios de Santander en la lista de “Cabeceras municipales susceptibles al desabastecimiento de agua en temporada seca”. Vale la pena reiterar estos temas pues el tiempo y los gobiernos pasan y no se observan mejorías; todo lo contrario.
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