De esta manera, la medicina funcional se encamina al ser humano considerando al cuerpo como una estructura unida y no como órganos fragmentados a tratar según dolencia puntual de un síntoma como haría la práctica médica. Una mirada filosófica complementaria enfocada en el paciente, en pleno avance entre profesionales, que, como explica la doctora, incorpora conceptos novedosos mientras deja de lado los saberes más obsoletos, sin descuidar nunca la terapia médica necesaria. Un proceso que lleva a dar con la causa de la enfermedad para devolver función plena a la persona en lugar de solo aligerar los síntomas momentáneos.
En este sentido, la aceptación de este modelo de medicina basado en el ser es excelente. Cada vez son más las personas que debido a afecciones como cuadros degenerativos, sobrepeso, estrés excesivo o pérdida de memoria, entre muchos otros, comienzan a tomar consciencia junto al profesional de que poseen elementos físicos, emocionales, espirituales y de circunstancias que los llevaron hasta ese punto de inestabilidad y que afectan su buen vivir. Analizar historial genético, ambiental, de estilo de vida y su correlación, es parte principal del paso hacia la búsqueda de esa plenitud perdida que devuelva vitalidad mediante la autorregulación.
Un paradigma que muestra cómo una cadena de malos hábitos puede llegar a desencadenar una enfermedad haciendo que el sistema inmune padezca y se desgaste continuamente. Restablecerlo sanando desde el todo el desequilibrio es la manera más cierta que encuentra hoy la medicina funcional para curar de verdad, dándole al paciente un trato más humano, ameno y real, concluye la experta.
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