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Santiago de Cuba, 13 de feb. – La figura de nuestro apóstol José Martí adquiere relevancia en cada uno de los aspectos que aborda en su prodiga vida de investigador y literato, muchos son los temas en los que se involucra el maestro y entre ellos los de la medicina y la salud pública en Cuba dado los hechos que van apareciendo en esta materia desde los primeros siglos del período colonial. De ese interesante particular se conoce a través de las notas de Martí:
En 1520 aparece en Cuba la viruela y en cuestión de un año se convierte en epidemia en La Habana convirtiéndose en factor epidemiológico negativo y como tal en gran afectación en el desarrollo económico y social de la Isla.
En 1649, procedente de Yucatán México, entre la fiebre amarilla, enfermedad infecto-contagiosa segundo factor epidemiológico negativo en Cuba
Dada la gravedad de esos cuadros epidemiológicos, desde 1634 se crea en la Habana el Tribunal del Real Protomedicato, primera institución de la organización de la salud pública Española.
Los científicos Cubanos encaran estos dos problemas con criterio de estudios, entonces joven Real Sociedad Patriótica de Amigos del País de La Habana, al ilustre médico doctor Tomás Romay Chacón el estudio de las posibilidades de erradicación de estas dos graves enfermedades endémicas en la Isla.
La importante investigación en la bibliografía acerca de la enfermedad le convocan a presentar un informe final leído ante la institución el 5 de abril de 1797 con el título «Disertación sobre la fiebre maligna llamada vulgarmente Vómito Negro, enfermedad epidémica de las Indias Occidentales» al mismo tiempo que emite su opinión positiva sobre una memoria impresa en Madrid basada en las ideas del genial médico inglés Edward Jenner (1749-1823) sobre el uso y propagación de la vacuna anti-variólica.
Con entusiasmo el ilustre médico cubano Tomás Romay emprende gestiones del que condujeron en 1804 al comienzo de la vacunación anti-variólica en Cuba y la fundación de la Junta Central de Vacunación en La Habana, que llegó a tener vacunadores en toda la isla, para lograr controlar la enfermedad de una forma sorprendente en la época convirtiéndose en una proeza de la medicina preventiva en el continente.
Otros episodios científicos acompañarían y multiplicarían estos avances con el nacimiento de una autentica bibliografía médica cubana, a lo que se suma el inicio de la disección anatómica en Cuba en el Hospital Militar de «San Ambrosio», fuera de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana, y la enseñanza de grandes intervenciones quirúrgicas y de la clínica médica en el propio hospital; la fundación en 1824 de una cátedra de cirugía en la Universidad de La Habana por el doctor Fernando González del Valle Cañizo (1803-1899).
Junto a estos avances en materia clínica se abre paso la introducción de la anestesia quirúrgica por los doctores Vicente Antonio de Castro Bermúdez (1809-1869) y Nicolás J. Gutiérrez Hernández (1800-1890)
En medio de estos avances de las ciencias médicas, en (1833) vuelve a golpear con fuerza principalmente en La Habana, otra epidemia la del cólera, como tercer factor negativo de importancia, que en cuatro meses causa, solamente en la capital, casi 10 000 víctimas fatales,
Como consecuencia de la llegada del cólera se sustituye el Real Tribunal del Protomedicato por las Juntas Superiores Gubernativas de Medicina y Cirugía y de Farmacia; se crean las Juntas de Beneficencia y Caridad y se extienden las de Sanidad a toda la Isla.
En 1861 funda el doctor Nicolás J. Gutiérrez la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
Con los sucesos del 10 de octubre de 1868, de nuevo la medicina cubana toma protagonismo pues el incendio de Bayamo comienza en la farmacia del licenciado don Pedro Maceo Infante, fundador y primer jefe de la sanidad militar mambisa.
También entre los que acompañan a Antonio Maceo en la protesta de Baraguá se encontrará el médico y general de brigada Félix Figueredo Díaz
Los profesionales cubanos de la salud se sumaron a la guerra no sólo en la curación de heridos de guerra con recursos terapéuticos y condiciones quirúrgicas más que insuficientes, sino también ante la catástrofe epidemiológica que ocasionó la lucha.
Todo nuestros galenos se destacaron como valientes soldados y se cuentan entre ellos seis médicos alcanzaron las estrellas de general, y así dentistas y farmacéuticos mantuvieron una loable actitud ante las extremas condiciones en la manigua cubana, pero la página más funesta y triste del martirologio cubano fue la del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871. Esa bestialidad nos marcó como pueblo para siempre.
Por: Santiago Carnago
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