Para cumplir el sagrado honor de salvar vidas y ayudar a los otros, María de Lourdes Sánchez Álvarez se graduó de Medicina en 1983. En el quinto año de la carrera soñaba con la especialidad de Pediatría y se preparó para el internado en una comunidad montañosa; pero un telegrama inesperado y contundente le anunció un desvío en el camino: la Microbiología.
«Fue una idea del Comandante en Jefe, para fortalecer la disciplina en el país, luego de la epidemia de dengue hemorrágico, que dejó 158 fallecidos —entre ellos, un centenar de niños—. Cuando terminé el primer año de la residencia, en el Laboratorio Provincial, me seleccionaron para verticalizarme en Virología, en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Allá cursé los otros dos años y me gradué como microbióloga en 1986».
—Aunque no fue su aspiración inicial, se enamoró de la especialidad…
—Penetrar en el mundo de lo invisible es fascinante. Me encanta el estudio de los virus, porque son los agentes infecciosos más pequeños que existen, observables solo a través del microscopio electrónico. Están en constante desarrollo, dan lugar a nuevas mutaciones y enfermedades que exigen una superación permanente.
«Si hacemos un recorrido histórico desde el siglo pasado, vemos cómo los microrganismos acaparan la atención de toda la comunidad científica. Además, el componente de laboratorio es clave para todas las especialidades de la Medicina y vincula varias ramas de la ciencia.
—¿Qué ocurrió después de 1986?
—Al terminar la especialidad me propusieron trabajar en el IPK, pero quise venir para Villa Clara, dispuesta a ser útil desde mi provincia. Me incorporé al Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, dedicada al estudio del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), y aquí he pasado 35 años.
A varias pandemias y epidemias la Dra. Sánchez Álvarez ha entregado pupilas, análisis exhaustivos y esfuerzos físicos. Convirtió el VIH en su línea principal de investigación y motivo para la especialidad de segundo grado.
Las enfermedades transmitidas por el Aedes aegypti se vuelven recurrentes en su microscopio. El cólera le presentó una morfología desconocida hasta entonces y la gripe A(H1N1) devino heraldo del SARS-CoV-2.
Cuando habla sobre el Laboratorio de Biología Molecular, desaparece la timidez que acompaña su personalidad genuinamente talentosa, modesta y altruista.
«Hasta 2018 solo existía el laboratorio nacional de referencia en el IPK. Como resultado de un proyecto de investigación se instalaron otros tres en La Habana, Santiago de Cuba y Villa Clara. Esto elevó nuestro nivel científico, nos introdujo en las técnicas moleculares, con tecnología altamente automatizada; agilizó los diagnósticos y abrió el diapasón a nuevos estudios».
—¿Cómo recibieron al nefasto inquilino que se aloja en Cuba desde el 11 de marzo de 2020?
—Esa fecha marcó un antes y un después en el laboratorio. Debido al incremento exponencial de los casos confirmados y la letalidad en el mundo, tres especialistas recibimos un adiestramiento en el IPK. De regreso en la provincia, estábamos impartiendo una conferencia sobre bioseguridad y diagnóstico mediante PCR, en la Universidad de Ciencias Médicas, cuando nos avisaron de que teníamos las muestras de un paciente sospechoso.
«Por tratarse de un agente prácticamente desconocido, tomamos todas las precauciones para la protección individual. Dije: “Si hay que entrar a la cabina, la primera soy yo”, y la muestra resultó positiva. De acuerdo con los protocolos, la enviamos al laboratorio del IPK, que confirmó nuestro diagnóstico. Se trataba del primer cubano contagiado con la enfermedad. Para mí fue muy impactante: ya el virus había llegado al país, a mi ciudad».
—Cualquier relato sobre estos días tan convulsos se queda corto…
—Como laboratorio territorial, abarcábamos cinco provincias: Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Cienfuegos y Villa Clara. Buscamos alternativas para desarrollar nuevas capacidades diagnósticas, porque empezamos con 94 muestras diarias, luego 200, 400 y hoy mantenemos un promedio de 1200.
«A veces nos íbamos a las 4:00 a.m. y otras amanecíamos aquí, conscientes de la importancia de la confirmación para el tratamiento clínico del paciente y la actuación epidemiológica en la comunidad. En la medida en que capacitamos a todo el personal espaciamos los turnos de trabajo.
«El PCR es una técnica compleja y meticulosa. Tiene dos fases fundamentales: la extracción del ácido nucleico y la amplificación de la secuencia genómica del virus. Requiere un personal muy competente, no solo para la manipulación de la tecnología, sino también para la interpretación de los resultados.
«A medida que se montaron otros laboratorios en la región central, adiestramos a sus profesionales. Además, contribuimos a la superación permanente sobre la toma de muestras en el aeropuerto, los hospitales, los centros de aislamiento y otras instituciones; porque su adecuada recolección, conservación y transportación garantiza la calidad del análisis y evita falsos negativos.
«Asesoramos varias tesis sobre el SARS-CoV-2 y no dejamos de impartir docencia a los residentes del módulo de Virología, a pesar de las condiciones atípicas, con seminarios a la 1:00 a.m.».
Si bien la Dra. Lourdes reconoce que no le gusta dirigir, lo hace de maravilla; la humildad, el ejemplo, la dedicación y los resultados de su trabajo la vuelven líder en lugar de jefa. Así llegó a la dirección del Laboratorio Provincial de Microbiología y Química Sanitaria —al cual se subordina el de Biología Molecular— y a la junta directiva de la Sociedad Cubana de Microbiología y Parasitología.
«Detrás de cada PCR veo una persona. Mis pacientes son las muestras; las gradillas, camas, y los refrigeradores son ventiladores. Una prueba guardada para el día siguiente puede desencadenar en una persona acoplada. Lucho incansablemente para obtener el resultado en menos de 24 horas.
«Soy muy responsable, disciplinada, perfeccionista, y exigente conmigo misma y con el colectivo. Tengo un equipo de trabajo excelente: 32 profesionales —la mayoría mujeres—, con niños o con ancianos en casa; pero siempre dispuestos, con el cansancio en segundo plano y las energías necesarias para el trabajo diario. Ha sido crucial, también, el respaldo de la familia.
—¿Cuáles son los momentos más gratificantes y los de mayor contrariedad que ha vivido como microbióloga?
—Ahora mismo estamos trabajando para acreditar el laboratorio. Participamos en un programa externo de evaluación de la calidad, donde evaluamos los paneles de proficiencia que el IPK nos envió y tuvimos el 100 % de concordancia en el diagnóstico del SARS-CoV-2. Es muy gratificante obtener esos resultados frente al laboratorio nacional de referencia.
«Otro momento trascendental fue la visita del presidente de la República y del ministro de Salud Pública, que intercambiaron con nosotros y reconocieron nuestra labor. En 35 años nunca había tenido semejante privilegio.
«También me enorgullece la efectividad de las medidas de bioseguridad: ya hemos procesado casi un cuarto de millón de muestras y no se ha enfermado ningún trabajador en el laboratorio.
«Momentos tristes vivo todos los días. Cada diagnóstico positivo reta mi sensibilidad humana, sobre todo, si se trata de niños y ancianos. Siempre decimos: “¡qué linda nos quedó la morfología!”, y nos alegra el trabajo bien hecho; pero es una mezcla de sentimientos, porque detrás hay una persona, una familia, una comunidad afectada».
¡Cuánto le gustaría tener un interruptor a mano, para apagar a la microbióloga cada vez que atraviesa el umbral del laboratorio a la casa, cuando la doctora se convierte en mujer de familia! No lo consigue.
«En tres décadas y media dedicadas a la Microbiología, este ha sido el año más intenso. Llego a la casa paralizada, pensando en lo que dejé pendiente y cómo puedo mejorar el trabajo de mañana. Mi esposo se queja porque ya no comemos juntos, mi hermana asumió el cuidado de mis padres y han sido muchas las horas de insomnio».
Entre planes inmediatos van de la mano intereses profesionales y personales. Como eterna luchadora por el desarrollo científico de la provincia, este año se propone dos retos: la acreditación del laboratorio y la ampliación de las capacidades para introducir el diagnóstico molecular de hepatitis B, hepatitis C y carga viral de VIH para toda la región central.
Cuando el nuevo coronavirus quede como un mal recuerdo, la doctora aspira a retomar la vida familiar, dar todo el cariño y la atención que debe a sus seres queridos y entregarse al sueño reparador, sin sobresaltos.
Es ella una de las secuelas positivas de esta pandemia. Historia y rostro salidos del anonimato o de la discreción excesiva, otro ser que despliega toda su luz por el beneficio ajeno.
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