Aunque todos los médicos del país llevaban días estudiando el virus y preparándose para su inminente llegada, ninguno alcanzaba a dimensionar la magnitud real que tendría.
El primer caso fue una joven colombiana de 19 años, que consultó una institución de salud de Bogotá por sospecha de contacto, debido a información referida por una compañera mexicana que manifestó que había sido diagnosticada con coronavirus en Italia.
Después vino el cambio de la vida: cuarentenas, cierre de colegios, transición al trabajo en casa, entre muchos otros cambios. Pero sin duda alguna, el mayor impacto de lo sintió el personal de salud.
Tras ese primer paciente, comenzaron a llegar los casos a los hospitales y, aunque en la medida de lo posible todos estaban listos, el miedo era inminente ante el contacto directo con el coronavirus.
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El doctor David Rodríguez, médico intensivista del Hospital de Méderi en Bogotá, recuerda que ya se habían hecho simulacros para usar los trajes de protección y se tenían todas las rutas de atención establecidas, pero el primer paciente los hizo sentir como si jamás hubiesen atendido antes a otros enfermos.
“Nos tocó inturbarlo y pensábamos quién lo iba a intubar, cómo nos organizábamos. Nosotros intubamos muchos pacientes al mes, pero fue como si nunca lo hubiéramos hecho”, cuenta.
El doctor Harvey Neuta, director de urgencias del Hospital Simón Bolívar de Bogotá, recuerda que el primer caso llegó a su hospital en marzo: “Sentíamos que era necesario usar muchísimas medidas de bioseguridad, pero estábamos con lo básico y obviamente había temor”.
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Según los médicos, lo más difícil fue enfrentarse a la COVID-19 por primera vez, una enfermedad todavía muy nueva. Había mucha incertidumbre a nivel mundial sobre el manejo que debían tener estos pacientes. Aunque se seguían los protocolos y guías que se habían aplicado ya en otros países, muchos pacientes no respondían al tratamiento.
Esa incertidumbre en algunos aspectos de la atención incrementó el temor de muchos profesionales de la salud. La llegada del virus aumentó su miedo a enfrentarse a algo desconocido y a contagiar a sus familiares.
Sumado a sus propios miedos, en los primeros meses de la pandemia, el personal de salud tuvo que vivir el estigma y el rechazo en las calles, supermercados y hasta en sus propios hogares.
Fue avanzando la pandemia y llegaron los meses más duros. En agosto llegó el primer pico de la pandemia y para dimensionar el tamaño de lo que fueron estos meses, Rodríguez recuerda que en los días más críticos llegaron a intubar más de 14 pacientes en 12 horas.
“Como personal de salud estamos acostumbrados a manejar ciertos niveles de estrés, pero esta es una experiencia única y superlativa. Son muchos los pacientes que llegan, entran, se complican y fallecen. Son muchas las cosas que se hacen para salvar vidas y a veces no son suficientes”, cuenta Neuta.
Hoy en día, el panorama es mejor, ya pasó la segunda ola, comenzó la vacunación, pero el temor y la carga de trabajo no se van.
Los médicos coinciden en que esta pandemia envió un mensaje de la importancia del personal de salud y le explicó al país que fortalecer el sistema es una inversión para todos y no un gasto.
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