El envejecimiento progresivo de la población y la mayor incidencia de pacientes diabéticos se traducen en un incremento de la retinopatía diabética. De hecho, en los últimos 18 años su incidencia se ha multiplicado por tres y actualmente es la principal causa de ceguera en la población económicamente activa de los países industrializados.
Pero, ¿qué es la retinopatía diabética? Se trata de una enfermedad ocular que provoca el deterioro de los vasos sanguíneos que irrigan la retina originada por una descompensación metabólica de la diabetes. Los niveles altos de glucosa en la sangre, presión arterial alta y la genética influyen en el desarrollo y la progresión de la retinopatía diabética.
Cada diabético es un candidato potencial para la retinopatía diabética. No hay síntomas en las etapas iniciales, por lo que para detectar los primeros síntomas, solo puede ser a través de una consulta oftalmológica. Por esta razón, los diabéticos deben examinarse los ojos por lo menos una vez al año.
Cuando la enfermedad ya está avanzada, el paciente diabético empieza a notar una baja visual aproximadamente entre el tercer y quinto año desde que se le diagnosticó la enfermedad. Puede presentar visión de moscas volantes, visión que cambia de borrosa a clara, ver áreas en blanco o oscuras en el campo visual, visión nocturna deficiente, notar que los colores se ven atenuados e incluso perder la visión.
Lo más recomendable, según el doctor oftalmólogo Manuel Montoya Delgado, sería que el paciente diabético recién diagnosticado, pase obligatoriamente por una consulta oftalmológica. Para el diagnóstico es importante hacer un fondo de ojo, para lo cual actualmente se viene utilizando la cámara Aurora IQ que no requiere la incómoda dilatación de la pupila al paciente y brinda un resultado muy rápido y preciso del estado de la retina. Esto ayuda a clasificar la enfermedad y evaluar el tratamiento.
El Dr. Montoya Delgado señala que en el Perú, la estadística indica que 1 de cada 12 personas son diabéticas o al menos están al tanto de ello. Además, se calcula que el 20% de los pacientes diabéticos tipo 2 tendrán algún grado de retinopatía diabética a lo largo de su vida. Esto puede traducirse en pérdida visual a través de dos formas: por encharcamiento o edema y por retinopatía diabética proliferativa.
Más del 90% del tratamiento de la retinopatía diabética depende del propio paciente y de sus hábitos, del control de los niveles de azúcar en sangre, colesterol y tensión arterial, así como evitar la obesidad y el tabaquismo pueden ser claves. El control metabólico, evitar el sedentarismo y realizar ejercicio físico es de suma importancia.
De no ser así, la retinopatía pasará a un grado proliferativo donde puede producir hemorragias, desprendimiento de retina o glaucoma lo cual requerirá cirugía láser para ayudar a sellar los vasos sanguíneos que sufren pérdidas. En algunos casos, es necesario realizar más de un tratamiento.
Si tiene retinopatía diabética proliferativa avanzada, su oftalmólogo puede recomendarle una cirugía llamada vitrectomía, en la que se extrae el gel vítreo y la sangre de los vasos anormales en la parte posterior del ojo. Esto permite que los rayos de luz se enfoquen correctamente en la retina nuevamente. También, puede extirparse tejido cicatrizante de la retina.
Asimismo, está un tipo de medicamento llamado anti-FCEV el cual ayuda a disminuir la hinchazón de la mácula, lo que desacelera la pérdida de la visión y puede mejorar la visión, más no revertir la enfermedad. Este medicamento se administra por inyecciones en el ojo.
Para el Dr. Montoya Delgado el pronóstico de un paciente con retinopatía diabética no proliferativa, suele ser bueno con un control metabólico, visitas periódicas al oftalmólogo y que el paciente sea consciente de su enfermedad puede ser suficiente.
Sin embargo, si pasa a un grado proliferativo, será de pronóstico reservado. Por ello, lo más importante es generar conciencia en el paciente diabético de un chequeo continuo para poder actuar a tiempo y que la enfermedad no pase a mayores.
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