Temía ayer salir decepcionado del Congreso por falta de interés e implicación de los diputados ante el Alzheimer. Me equivoqué y estoy encantado de decirlo. He visto a la presidenta Batet absolutamente implicada. He oído a diputados de casi todos los partidos mostrar su apoyo a las personas y a las asociaciones que llevaron su testimonio al Parlamento español.
Y, entre intervención e intervención, este cronista cayó en uno de sus pecados más habituales: tratar de hacer, con toda vanidad, lo que hoy podrían ser los diez mandamientos del Alzheimer:
- Primer mandamiento.- El Alzheimer está ahí, como una realidad dura y casi siempre dramática. No es solo una cuestión médica o científica. Es también política, que demanda reformas legales y consensos para dotar de recursos y presupuesto a algo tan necesario, pero poco desarrollado como el Plan Integral aprobado en 2019.
- Segundo.- Nadie espera que le llegue el Alzheimer, aunque lo tema. Y es difícil aceptar su llegada. Hay que buscar ayuda. Cuidad a las asociaciones de enfermos y familiares de enfermos. Son una ayuda imprescindible. Son casi un complemento del sistema sanitario.
- Tercero.- Oíd a los cuidadores. Ellos dicen que necesitan atender a los enfermos 24 horas los 365 días del año. El cuidador necesita medios. Necesita otras ayudas. Necesita estímulos, porque un enfermo puede durar 20 o 30 años.
- Cuarto.- Esta sociedad debe reconocer el trabajo de los voluntarios. Nada sería posible sin su colaboración anónima para pruebas científicas. Las futuras generaciones se beneficiarán de sus trabajos actuales.
- Quinto.- Desde el punto de vista clínico, es preciso avanzar en el diagnóstico precoz, con los primeros síntomas. Es un derecho del paciente y lo mejor para el pronóstico, la estrategia terapéutica y el tratamiento adecuado.
- Sexto.- Es necesario conocer mejor la realidad del número de enfermos y su registro. Hay sospechas razonables de que los 900.000 detectados en España pueden ser el doble en estos momentos. Y hay mucha gente no diagnosticada o mal diagnosticada.
- Séptimo.- Desafío siguiente, afrontar la realidad de que una mayor esperanza de vida aumenta el número de enfermos. Se seguir la evolución actual, el sistema sanitario podría llegar a no poder hacerle frente.
- Octavo.- También es prioritario evitar la exclusión social del enfermo, coordinar el sistema sanitario y el social, cambiar el modelo de servicios sociales, acomodar las residencias al progreso y a las necesidades actuales y hacerlas más habitables y humanas.
- Noveno.- Las personas mayores reivindicamos la efectividad de nuestros derechos, reducida cuando se sufre una demencia. ¡Cuándo se vulnera la dignidad? Cuando se deteriora el trato que recibimos. Reclamamos el derecho a la autonomía, a la intimidad, a ser consideradas personas valiosas para la sociedad y ser atendidas por personas competentes.
- Y décimo.- A pesar de todo, no perdamos la esperanza. No contamos todavía con tratamientos efectivos, pero hay factores de riesgo identificables y modificables. Con ellos se podrían prevenir uno de cada tres casos. Aunque hoy parezca imposible, está en nuestras manos conseguir un mundo sin Alzheimer. El ideal del mundo futuro, la gran utopía puede ser esta: CERO EMISIONES, CERO ALZHEIMER.
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