Morir dignamente es morir a tiempo, sin acelerar ni retrasar irresponsablemente el morir.
La persona tiene derecho de vivir dignamente hasta el momento de morir, tiene derecho a que su proceso de morir no se prolongue de manera irresponsable, que se alivie el dolor, acceda a cuidados paliativos y al acompañamiento humano que ayudan a la calidad de vida mientras se va muriendo.
Es cuestionable el uso de recursos biotecnológicos médicos (ventilación mecánica, diálisis, etc.) aplicados a pacientes en patologías terminales, porque pueden violar la dignidad y los derechos de las personas moribundas, en vez de contribuir a la calidad de su vivir durante el proceso de morir. Cuando un paciente no se puede beneficiar de la intervención médica especializada, hay que dejar que la patología subyacente siga su curso, por ejemplo, un cáncer avanzado y con múltiples metástasis en diferentes órganos. Hay que informar (consentimiento informado) de todos los procedimientos terapéuticos que van a ser instaurados, acompañar al paciente con compasión, tratando de evitar la obstinación terapéutica como modo tecnológico de morir. La limitación de los esfuerzos terapéuticos no es lo mismo que la eutanasia… Hay que aprender cómo vivir en el proceso de morir, tratar de humanizar el proceso de morir, evitando deshumanizar la prolongación inútil de la agonía con recursos tecnológicos. La misión de todo profesional de la salud es brindar comodidad, apoyo y alivio al sufrimiento, satisfaciendo la necesidad de recibir información y de comunicarse, y extendiendo el apoyo emocional, social y espiritual. Los pacientes necesitan calidez, confianza y una sensación de compasión humana, hay que establecer una relación confiable. El personal sanitario debe evitar el encarnizamiento pseudoterapéutico, respetando la dignidad y autonomía de los pacientes. Morir dignamente es morir a tiempo, sin acelerar ni retrasar irresponsablemente el morir. La medicalización de la muerte conlleva en ocasiones a tratamientos fútiles y costosos sin aportar valor añadido a los pacientes ni a sus familias, e incluso en ocasiones restando calidad en este proceso. Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre. Cuanto más plena haya sido la existencia, cuantas menos deudas emocionales queden pendientes de cancelar, mejores serán las condiciones disponibles para poder enfrentarnos a ese final inevitable. (O)
Jaime Galo Benites Solís, clínico intensivista, avenida Samborondón
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