Aunque muchas veces se enfrentan al desafío que impone el anonimato, quienes la ejercen describen la anestesiología como una especialidad apasionante. Sin el exceso de artilugios que acompaña a otros especialistas médicos y lejos del foco de atención, los anestesiólogos se desenvuelven entre la inconsciencia y el despertar, el dolor y la calma. A fin de cuentas, entre la muerte y el regreso a la vida.
Generalmente, su trabajo se visualiza al interior de un quirófano y, quizás por eso,algunas personas desconozcan que la especialidadtambién tiene a su cargo el tratamiento del dolor agudo o crónico de causa extraquirúrgica. En este campo se desempeña el doctor Roberto Soto Barinaga, anestesiólogo del Hospital Lenin y el mayor exponente en Holguín de la subespecialidad anestésica de dolor.
Desde muy joven se vio motivado por la carrera de Medicina, sin embargo, su incursión en la anestesiología fue determinada más bien por la curiosidad: “Nunca imaginé que la anestesiología fuera tan importante, porque en ese momento se conocía muy poco. Siempre se decía que la labor del anestesista era como un técnico.
“Cuando nos adentramos a su estudio, vi que era un poco más que eso. La anestesiología es una especialidad muy completa, hay que tener conocimientos de fisiología médica, de fisiopatología, de muchas especialidades quirúrgicas y no quirúrgicas, y eso fue una de las cosas que más me interesó.”
En 1978, con apenas cuatro años de graduado y aún sin culminar el estudio de su especialidad tuvo su primera “prueba de fuego” al partir hacia Angola en misión internacionalista.
“Esa misión para mí fue una experiencia increíble, desde el punto de vista práctico. Allí tuvimos que hacer varias cosas que, inclusive, no estaban dentro del currículum médico. Eran situaciones de guerra, nunca habíamos estado en una situación así, en condiciones de trabajo muy difíciles. Pero fue de mucha ayuda, para tener un margen, desde lo científico, del alcance de nuestra especialidad y por permitirnos atender a pacientes en estado crítico.”
De su estancia en Angola, el doctor atesora recuerdos y huellas que marcaron su carrera, pero sobre todo resalta las enseñanzas que perfeccionaron su labor algunos años después, en otra nación africana. “Estuve en Argelia en el año 1982, en mejor situación porque allí no había guerra. Sin embargo, era una cultura totalmente diferente, a la cual había que adaptarse. Es interesante, porque se ven cosas que uno nunca ha visto en Cuba. Aparte de conocer a los demás, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, pues lo que uno aprende cuando va a otro país no lo aprende en 10 o 20 libros.”
Bajo la sombra del silencio, a la espera del cirujano, un anestesiólogo no suele tener más reconocimiento que la satisfacción personal, a pesar de su importancia durante el proceder quirúrgico. El doctor confiesa que existe una falta de información generalizada en ese sentido y reivindica, no solo la labor del anestesiólogo, sino también de todo el equipo multidisciplinario detrás de cada operación.
A pesar de lidiar con carencias materiales y situaciones de estrés, su profesión le ha permitido vivir momentos que, a la par de apremiantes, resultan gratos al lograr salir airoso. Sin embargo, pocos repercuten tanto como esas ocasiones donde el lugar del paciente lo toma uno de los compañeros con quienes comparte sudía a día.
“Hemos tenido casos muy difíciles de manejar. Cuando un compañero de trabajo, ya sea médico, enfermera o cualquier trabajador del hospital, te llama y te dice: ʻtengo que operarme, yo quiero que tú estés en el salón de operacionesʼ, es una situación psicológicamente importante y se asume una gran responsabilidad.”
Apasionado de su especialidad, Soto describe con detalle los aportes que ha regalado la anestesiología al mundo de la Medicina, desde sus inicios hasta la actualidad. Gracias a ella, hoy los galenos cuentan con métodos como la intubación endotraqueal o la ventilación artificial mecánica, de donde proviene el tratamiento ventilatorio en pacientes críticos y que ha sido de vital importancia en el manejo de las personas infectadas por COVID-19, en la reciente pandemia.
Con el tiempo y debido al constante empleo de técnicas analgésicas y técnicas de reanimación, la especialidad se extendió y dejó de limitarse a fines quirúrgicos, sino que incluye también la reanimación de pacientes críticos y el manejo de pacientes con signos de dolor.
“Uno de los síntomas más importantes y por el que más acuden los pacientes a un centro hospitalario es el dolor, y precisamente cuando vemos a pacientes con dolor, a veces difíciles de manejar, y su sufrimiento, me identifico con lo que decía el padre de la medicina – Hipócrates -ʻtarea divina es aliviar el dolorʼ.
“Para mí también es una tarea humana. El dolor es una forma de expresión desagradable de todos los pacientes, que puede entrañar una serie de aspectos emocionales, no solo físicos, y una experiencia dolorosa se puede convertir en un momento que lo marque para toda su vida. El dolor depaupera al paciente y este estado afecta también a sus familiares.”
Esa fue una de las razones que lo motivaron a desentrañar los misterios de esta subespecialidad de la anestesiología. Desde hace más de 25 años, Soto se encuentra al frente de la consulta de clínica del dolor, en el Hospital Lenin, encargada de la atención a pacientes con síndromes dolorosos crónicos y, en ocasiones, el padecimiento del dolor como una verdadera enfermedad.
Aunque en estos momentos la consulta se encuentra limitada debido a la pandemia, en sus funciones regulares se dedica al manejo del dolor en todas sus manifestaciones, desde el dolor agudo al dolor crónico, e incluso el dolor en pacientes con cáncer.Sus conocimientos en esta rama los comparte con las generaciones más jóvenes de anestesiólogos, a quienes imparte docencia en el 2do año de su especialidad.
Con más de 45 años de labor y diversos reconocimientos y premios a lo largo de su carrera, hoy en día Soto es un prestigioso profesional dentro de la anestesiología holguinera y un profesor admirado por sus estudiantes. Entre tantas responsabilidades, el doctor aún encuentra un espacio para albergar viejos anhelos.
“Una de mis grandes aspiraciones es crear una verdadera clínica del dolor, con un grupo multidisciplinario que englobe todo el personal requerido. Por ahora es muy difícil, debido a la situación económica que está atravesando el país, en un futuro muy cercano no podrá ser.
“Aquí tenemos un Centro Oncológico, que requiere una unidad de tratamiento del dolor para esos pacientes y sería el mayor ideal tener los servicios para el manejo del dolor, inclusive, dentro del salón de operaciones.”
¿Y qué cualidades se requieren para ser un buen anestesiólogo?,indago. Dedicación, mente fría, sacrificio, sí, son valores importantes, pero su respuesta le da prioridad a esa pieza que hace funcionar el resto de la maquinaria. “Vocación, lo primero es gustarle, porque va a pasar trabajo, mucho trabajo. Pero cuando a usted le apasiona lo que hace, eso redunda tanto en beneficiospara los pacientes que atiende como en la satisfacción personal de amar su profesión.”
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