El cultivo de hortalizas como tratamiento de desarreglos funcionales, relacionados con la conducta humana, sin que medie edad para su aplicación, pues es válido para niños, jóvenes y adultos, se sustenta en la innata reacción de sosiego que experimenta una persona al entrar en contacto con el medioambiente, señalado con versatilidad magistral por O. E. Wilson, profesor emérito de la Universidad de Harvard, coautor de la obra Biofilia, elevando ese enlace a su máxima expresión en el amor a la madre naturaleza, poderosa influyente en la búsqueda de bienestar emocional, cognitivo y espiritual.
El concepto es de tal fortaleza que P. P. Groenewegen, del instituto holandés de servicios sanitarios, habla de deficiencia de vitamina G o green, cuya causa radica en la falta de contacto con el verdor campestre, destacando lo saludable que es relacionarse con él, recibir su influencia sanadora en especial con técnicas impartidas por terapeutas cualificados, capaces de encauzar ese sentimiento a la superación de traumatizantes estados depresivos, complementando las indicaciones de la medicina convencional, con probados beneficios en el cuidado de jóvenes víctimas de desórdenes mentales, con secuelas de adicciones o en convalecencia, propicio para romper los ciclos de recaída y mejoramiento que les caracteriza.
La eficacia de la labranza de huertos en adultos mayores, en lo físico y mental, así como en pacientes superando cirugías cardiacas, ha sido demostrada en investigaciones con resultados satisfactorios en quienes practican jardinería y, con mayor razón, horticultura, por el disfrute que conlleva cosechar especies sembradas y cuidadas con esmero por los mismos enfermos, observando el extraordinario suceso de las semillas germinando, desde que empiezan a emitir los primeros brotes, señal primera de vida y la formación de una planta con todos sus encantos, cabal demostración del milagro de la creación, en manos propias.
Un trabajo francés con 2000 individuos determinó que quienes ejecutan actividades hortícolas están menos predispuestos a sufrir demencia (Fabrigoule, 1995); en tanto que investigaciones de la Universidad de Michigan, lideradas por Cimprich, recalcaron que las dolientes con cáncer de mama respondían mejor a las fatigas de las intervenciones quirúrgicas cuando realizan labores manuales con flores, plantas o con solo admirar el esplendor de coloridos y floridos campos.
Ecuador no ha estado ajeno a esta tecnología, fue introducida con gran suceso y entusiasmo por ecuatorianos preparados en el exterior, entre ellos la psicóloga clínica Cecilia Viteri Correa, con posgrado en terapia hortícola en la Universidad Estatal de Colorado, USA, quien imparte sus conocimientos en el Instituto de Neurociencias de Guayaquil, con excelentes plantíos de por medio, tratando pacientes con perturbaciones mentales graves, predispuesta a contribuir en el plan municipal de huertos en el Centro de Reclusión de Mujeres, promovido por la Dirección de la Mujer, que aspira a incorporar a ese deprimido segmento de la sociedad a la producción hortícola, como medio de subsistencia y realización familiar. (O)
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