Para las familias, ‘rellenar’ álbumes con fotografías desde el primer día de nacido de sus descendientes era una tradición. Jugar con la ‘suerte’ de lograr una toma perfecta a ‘ciegas’ y poder ver el resultado luego de días al revelar las fotos, agregaba un poco de emoción al asunto.
“Antiguamente estaban de moda las Kodak M26, uno dependía de las casas de fotografía, se llevaba la cámara y ellos le revelaban e imprimían. Con el tiempo uno mismo cogía práctica y sacaba el rollo para llevarlo a que lo revelaran. Era chévere, pero lo malo es que con el tiempo las fotos perdían el color, si no se guardaban dentro de las páginas de acetato de los álbumes”, recuerda Jorge Rueda, uno de los tantos santandereanos que se unió a la ‘fiebre’ de las fotos.
La evolución de los recuerdos
Con la llegada de las cámaras digitales, las casas de fotografía dejaron de depender de la revelación y venta de rollos, y se enfocaron en los estudios de fotografía digitales. Es el caso de Foto Vanegas, una empresa que existe hace más de 50 años, y se heredó como tradición familiar. El fundador, Ramiro Vanegas, creó ‘Foto Vanegas’ en la década de los 60. Después de su muerte, sus hijos se hicieron cargo del negocio y hoy Gerardo Vanegas es quien está al frente de uno de los emblemas de la fotografía en Santander.
“En el principio de los 60 mi padre ya estaba incursionando en la fotografía. Comenzó con algo de calle, es decir, los fotógrafos se ponían una meta de salir a tomar fotos, y entregaban un recibo a cada persona que retrataban, con el fin de que la persona fuera días después al estudio a reclamar la fotografía revelada. Mi padre se iba los domingos a los tanques que había donde hoy queda el Parque del Agua porque la gente acostumbraba a ir a pasear allá. Mi papá retrataba familias o parejas de novios que quisieran tener un recuerdo”, comenta Gerardo Vanegas.
En ese entonces, por una sola fotografía se cobraba alrededor de 10 pesos. Si en un día los fotógrafos lograban tomar seis rollos y vendían las fotos de todos los rollos, era para ellos un éxito.
El procedimiento
El tratamiento de las fotografías de rollo era y es delicado. Los rollos no se pueden exponer a la luz, por lo que se debe maniobrar completamente a oscuras. Según Héctor Rueda, un fotógrafo santandereano experimentado y ganador de varios galardones, el proceso de revelado es una secuencia de pasos, que tienen como finalidad transformar la imagen latente en una imagen visible y permanente.
“Lo que se hacía en la revelación de fotografía, que bueno, aún lo hacen algunas personas, es desenvolver el magacín, donde vienen los rollos para sacar la película. Esta película se empalma en un carrete de forma circular, el rollo se ubica en la parte central sobre el riel para que no tenga contacto, ya que si esto pasa, se daña la impresión. Después, se tiene que insertar el rollo en un recipiente con un revelador. Dependiendo de si el revelador es nuevo o usado, se calculan los minutos a esperar para que no se sobre exponga o se quemen las fotografías. Después de cierto tiempo, se saca de ahí y se mete en otro líquido que es el fijador y el blanqueador. Por último se lleva al agua. Hay que lavarlo muy bien para quitar todos los químicos del rollo y luego las fotos se cuelgan, cómo colgar una prenda en una cuerda con un gancho”, explica Rueda.
Para un fotógrafo, el proceso de toma y revelación de una fotografía requería mucho tiempo. Las casas de fotografía debían disponer de varias personas capacitadas para los procesos, pues en algunas ocasiones los trabajadores tardaban hasta altas horas de la madrugada dentro de los cuartos oscuros revelando rollos de hasta 36 fotos.
En Foto Vanegas se dedicaban únicamente a la revelación de fotografías a blanco y negro, pues con el tiempo y la llegada de la fotografía a color, el proceso se extendió, por lo que se comenzó a solicitar ayuda de casas fotográficas en otras ciudades, en este caso, Medellín.
“A veces venía un cliente con un rollo tomado por él, y nosotros teníamos que hacer el proceso manual. Era muy difícil decirle a un cliente que “le tenemos el rollo para hoy mismo o para mañana”. Así que se comenzó a utilizar el formato de ‘urgente’, o ‘rollo urgente’. El cliente decía esas palabras y de inmediato uno se metía al cuarto oscuro para realizar el proceso y entregar las fotos el mismo día”, afirma Gerardo Vanegas.
La gente del común comenzó a aprender el proceso, y algunos ‘gomosos’ de la fotografía tomaron como ‘hobbie’ comprar los implementos necesarios, que también eran vendidos por las casas de fotografía, para realizar el proceso de revelado en sus propias casas.
Hacia los años 90, los álbumes de fotografías se volvieron una necesidad básica en las familias colombianas. El gasto en rollos fotográficos estaba dentro de las cuentas mensuales.
Alrededor de $2.500 promedio costaba uno de 36 fotografías, adicionalmente se cobraban $1.000 por la revelación y el copiado, dependiendo del tamaño desde 450 un 9×12 hasta $900 un 13×18. Además, $5.000 la impresión. Había rollos a color y blanco y negro, los más costosos eran para diapositivas y los croma.
Las cámaras de rollo no permitían visualizar la fotografía recién tomada, eso llegó con las digitales. Por lo que las personas debían arriesgarse a revelar sin saber si la toma estaba correcta o no. En ese caso las casas de fotografía eran quienes se encargaban de seleccionar y revelar únicamente las fotos correctas.
“El cliente mandaba a revelar su rollo, se hacía todo y solamente se le cobraban las fotos buenas que salían. Al cliente se le explicaba, y si por capricho decían ‘ haganmela’, entonces ya era un mandato del cliente, pero nosotros normalmente solo revelamos las fotos buenas. Hoy en día si nos traen un rollo blanco y negro cobramos por la sola revelada, no por las impresiones”, comenta Vanegas.
La digitalización y el olvido de la costumbre
En una vitrina de Fotografía Vanegas reposan ocho rollos fotográficos, casi olvidados. Algunos, ya están vencidos, otros aún esperan por absorber recuerdos.
Actualmente, la tradición obligada de todas las familias, está relegada a los estudiantes de fotografía y artes audiovisuales que experimentan el proceso de revelación, sin embargo, para el resto de la población, la digitalización desplazó los álbumes y las impresiones.
“Hay gente que encuentra rollos de sus épocas de juventud y nos los traen para ver qué hay. Pero ya no nos centramos en ese proceso, vendemos los kits de revelado y las cámaras para los aficionados. Actualmente trabajamos con retablos, estudios fotográficos y demás”, comenta el heredero de Ramiro Vanegas.
Casas nacionales de fotografía como Foto Japón o Foto Millenio, tienen dentro de su portafolio de ventas, rollos fotográficos con un valor de $6.000, también ofrecen el proceso de digitalización de rollos, para inmortalizar aquellos recuerdos de juventud atrapados dentro de la circularidad de un rollo.
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