La otra persona vista como un riesgo, una de las consecuencias del Covid. Foto: iStock.
Al tiempo que la Organización Mundial de la Salud advierte sobre la necesidad de investigar las consecuencias a largo plazo del coronavirus sobre la salud de las personas, expertos canadienses se abocan al estudio de los trastornos psicológicos de la pandemia.
De la noche a la mañana los abrazos, estrechar la mano o dar un beso a nuestros seres queridos pasaron a ser acciones “vedadas”, situación que, sumando el impacto material y la preocupación financiera, amenaza con dejar una huella profunda en nuestra psiquis.
Menos contacto físico
La aparición del Covid-19 a escala planetaria, con la ola de medidas restrictivas para el contacto social, tendientes a evitar los contagios, dio un vuelco radical nuestra vida cotidiana.
De manera imprevista, nos vimos obligados a evitar el contacto físico con personas con las que vivíamos en comunicación estrecha a diario.
Según Lakshmi Yatham, titular del departamento de psiquiatría de la Universidad de Columbia Británica, las consecuencias pueden ser más graves para aquellas personas con cuadros de salud mental preexistentes.
El especialista indica que entre un tercio y la mitad de la población presenta síntomas de ansiedad, al menos un tercio experimenta cuadros de distintos niveles de depresión y un 20 por ciento padece estrés postraumático.
Si bien Yatham entiende que, a medida que se logre salir de la pandemia la vida social retornará, aunque lentamente y posiblemente con nuevas prácticas, las consecuencias mentales que la situación dejará podrían ser más prolongadas y que en ese caso será necesario hallar nuevos tratamientos para dar una respuesta.
Uno de los cambios que el experto cree que se producirán será la reducción del contacto físico en algunas actividades, como por ejemplo la salud.
En tal sentido, el investigador dice que no sería extraño ver un aumento de la telemedicina, es decir, el contacto entre paciente y médico a distancia, donde la salud virtual ocupará un espacio mayor, incluso en el área de los cuidados mentales.
El investigador se pronuncia a favor de que la salud mental forme parte de una estrategia general de salud pública, con campañas que promuevan el bienestar mental de las personas y que les alerten sobre los riesgos del uso de sustancias, debido a que algunos individuos pueden verse tentados a consumir drogas o medicamentos no prescriptos específicamente, para hacer frente a la situación de angustia que deben enfrentar. Indica, también, la pertinencia de elaborar estrategias de intervención temprana, que aprovechen los avances en la salud mental digital.
“Como humanos, generalmente somos muy resistentes y tenemos una notable capacidad de adaptación. Cuando salgamos de Covid-19, …con el tiempo, retomaremos nuestros comportamientos sociales previos, con algunas adaptaciones”, dice el investigador en un artículo que difundió sobre el tema en la publicación Pathways: Rapid Response, editada por la universidad.
Menores, mejor preparados
Si bien el fin de la pandemia presenta aún un gran signo de interrogación para los propios investigadores, y sus consecuencias a largo plazo, como sostuvo la OMS, deberán ser aún materia de investigación, el titular del departamento de psiquiatría de la UBC es optimista en torno a la posibilidades de adaptación y recuperación por parte de los menores de edad.
Yatham sostiene que, al contrario de los adultos, los pequeños son muy flexibles y resistentes ante las diversas experiencias, ya que el cerebro de los mismos opera con más plasticidad, por lo que logran adaptarse rápidamente a las distintas situaciones.
En las últimas semanas se han producido numerosos intercambios, tanto en Canadá como en otras partes del mundo, entre pediatras, docentes, padres y docentes, sobre la necesidad de permitir que los niños lleven a cabo una “vida normal”, sin interrumpir sus actividades habituales, principalmente la asistencia a la escuela, bajo la presunción de que tal situación los somete a un estrés que no están preparados para soportar.
Pero Yatham no comparte esa opinión y sostiene que, a no ser que la pandemia se prolongue por muchos más tiempo, no cree que la actual crisis sanitaria vaya a tener un impacto perdurable sobre la vida social de los pequeños.
Ansiedad por lo que vendrá
Por último, si bien es cierto que la actual situación genera o puede generar dudas y temores, lo que ocurra una vez que se logre superar la pandemia también es materia de angustia y ansiedad.
¿Serán posibles los contactos con los demás tal como los conocíamos antes? ¿Podremos estrechar la mano o abrazar a otra persona sin correr el riesgo de un contagio?
El profesor Yathan nos acerca tres consejos simples para avanzar con calma hacia la llamada “nueva normalidad”:
- Mantenga las medidas para reducir la probabilidad de contraer el virus: use una mascarilla, lávese las manos con frecuencia, no se toque la cara, evite las reuniones y fiestas grandes y practique el distanciamiento físico.
- Proteja su salud mental. Mantener las rutinas regulares, hacer ejercicio y estar conectado con sus redes sociales le brindarán calma y equilibrio emocional.
- Equilibrar el consumo de noticias, sobre todo referidas al Covid-19 con actividades que le den alegría.
Tal como lo reflejamos la semana última, y a raíz del Día Mundial de la Salud Mental, celebrado el 10 de octubre, la Organización Mundial de la Salud recordó la importancia de mantener los cuidados médicos específicos.
Según la entidad, antes de la pandemia los países destinaban el 2 por ciento de sus presupuestos nacionales a la salud mental, cifra que ya resultaba insuficiente. A tal situación, hay que sumar que la crisis desatada por el Covid-19 incrementó las necesidades de la población en la materia, ante un aumento de consumo de alcohol, sustancias alucinógenas y crecientes problemas de insomnio y ansiedad.
Fuentes: Universidad de Columbia Británica / Pathways: Rapid Response / Organización Mundial de la Salud.
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