Hoy, como cada 30 de marzo, se busca dar visibilidad al trastorno bipolar: una realidad que afecta a muchas personas y que como tantos otros trastornos psiquiátricos necesita ser desestigmatizado.
Pero para explicar el objetivo de esta efeméride, ¿sabemos por qué un 30 de marzo?
La fundación internacional por el trastorno bipolar, creada hace años por un grupo de padres de personas afectadas, ha propiciado el 30 de marzo de cada año como un día para la concientización sobre el trastorno bipolar. La fecha fue elegida por ser el cumpleaños de Vincent Van Gogh, quien suponemos que padeció el trastorno.
Bajo la consigna #BipolaresJuntos los objetivos son, en primer lugar, educar a la población sobre las características del mismo. Este es el mejor vehículo para empoderarse y eliminar el estigma social que suele afectar a todos los trastornos mentales.
Para empezar, el trastorno bipolar puede definirse como una serie de cambios inusuales en el estado de ánimo, la energía y el funcionamiento que van mucho más allá de las variaciones normales del humor que experimenta todo ser humano, lo que podría definir más fielmente a una de las personas más innovadoras y atormentadas de la historia del arte como Vicent.
Cuando hablamos de esta afección, nos referimos a una condición frecuente. Existen ciertas estimaciones sólidas que indican que un 3.5% de las personas podrían padecerla en algún momento de la vida y que los síntomas, pueden alcanzar diversos niveles de severidad y afectar en forma significativa la capacidad de explotar el capital humano de quienes lo padecen.
Es una observación consistente el hecho de que el trastorno bipolar suele afectar a varios miembros de una misma familia, con lo cual la evidencia a favor de la participación de factores genéticos es muy robusta. Sin embargo, los esfuerzos de investigación no han logrado aún encontrar un gen específico como causa de la enfermedad, y suponemos que la misma se da por una muy compleja interacción entre factores genéticos sutiles sumados, que interactúan con influencias medioambientales que favorecen el desarrollo del trastorno.
De este modo, sobre la base de una predisposición, las carencias materiales y emocionales precoces, como el abuso y el maltrato favorecen la expresión del trastorno, el cual suele comenzar en la adolescencia, más precozmente que lo que se pensaba hace años.
En cuanto al artista Van Gogh, se sabe que sus últimos años de vida fueron caracterizados por sus problemas mentales que lo llevaron a internarse en sanatorios y a sentirse incomprendido. El poco avance de la psiquiatría en aquel momento dificultó el conocimiento de su enfermedad. A pesar de ello, actualmente sabemos que la terapéutica moderna del Trastorno Bipolar incluye una serie amplia de recursos. La instancia médica es fundamental por la complejidad del diagnóstico y por la necesidad de recurrir a una gama de fármacos que propenden a la estabilización del estado de ánimo.
Cuando hablamos de salud mental también hacemos mención a la incomprensión dado que es común que las personas suelen malinterpretar esta condición y crean que es una cuestión de carácter o firmeza. No comprenden que es una verdadera enfermedad y en algunos casos, su entorno insiste con poner empeño para salir adelante y, en realidad, la persona literalmente no puede. Por eso, hacemos hincapié en interiorizarse sobre qué es el trastorno y si tenemos a alguien cercano en nuestra familia, ayudarla a reconocer las variaciones del humor, para permitir que se puedan tomar las medidas médicas y conductuales que favorecen la estabilidad.
El tratamiento médico debe ir siempre acompañado del adecuado abordaje psicoterapéutico individual y familiar, así como la psicoeducación. Las personas que padecen el trastorno se benefician mucho de conocerlo en detalle, ya que esto contribuye a su estabilidad.
No es raro escuchar que una persona se define diciendo “yo soy bipolar”, algo que en el marco terapéutico hemos aprendido a trabajar para evitar, ya que la identificación no es un buen recurso. A pesar de ello, siempre se alienta a que la persona afectada reconozca el trastorno como un aspecto más de su persona, que requiere su atención en colaboración con el equipo terapéutico para regular y controlar, evitando todo tipo de estigmatización hacia la misma.
En esencia, el estigma no ha cambiado. Seguimos creyendo que las personas con trastornos mentales son incapaces, impredecibles y responsables de sus problemas y los culpamos por ellos. Si bien hemos realizado enormes avances, aún nos queda mucho trabajo para entender que se trata de verdaderas enfermedades.
Marcelo Cetkovich es Director Médico de INECO
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