“El principal síntoma es el picor, que es de tal magnitud que no deja dormir a los pacientes, les altera el sueño. Asimismo, hay pacientes que manifiestan dolor, un síntoma que antes no se tenía presente“, explica a GM Esther Serra Baldrich, experta en dermatitis atópica de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) y dermatóloga en el Hospital de la Santa Creu y San Pau de Barcelona.
La enfermedad evoluciona por brotes, pero con un tratamiento adecuado se puede controlar bien. “Los fármacos que están apareciendo actualmente son resultado de la investigación de las vías inmunológicas de esta enfermedad“, subraya la dermatóloga, quien señala que las dianas terapéuticas en estudio están dirigidas contra las interleucinas (IL) 4, 13 y 31 y contra las proteínas Janus Quinasa (JAK).
Los esfuerzos por la investigación han conducido a nuevas terapias para tratar la dermatitis atópica de moderada a grave en pacientes adultos candidatos a tratamiento sistémico. “Uno de los tratamientos más novedosos que ha llegado en los últimos años ha sido dupilumab (dupixent), un anticuerpo monoclonal anti IL-4 e IL-13. Y la EMA acaba de aprobar tralokinumab (Adtralza), otro fármaco anti IL-13″, continúa la especialista. “Por otro lado, los inhibidores de JAK están a punto de salir al mercado. En cuatro o cinco años se ha producido una revolución de nuevos tratamientos gracias al estudio de las vías inmunológicas”, subraya.
La especialista recuerda que con estos nuevos tratamientos se puede conseguir la remisión de la enfermedad, pero no la curación. “Quizás en un futuro logremos reconducir la enfermedad ‘tocando’ estas dianas y conseguir que el paciente pueda estar asintomático y sin generar nuevas comorbilidades. De momento, estos tratamientos renuevan la piel a los pacientes“, destaca.
La dermatitis atópica es una condición inflamatoria crónica de la piel que se desarrolla por una interacción entre factores ambientales y genéticos. Además, puede llevar aparejado comorbilidades como el asma, rinitis alérgica y alergias alimentarias, así como a otras comobilidades distintas del espectro atópico como pueden ser las alteraciones vasculares y mentales. En este sentido, “las mas frecuentes son la ansiedad y depresión“, señala Serra.
“Esta enfermedad es multifactorial. Existe una predisposición genética, que ya se está estudiando, una alteración de la inmunidad innata y adaptativa y una alteración del microbioma muy importante que impacta en la barrera cutánea”, continúa la dermatóloga. “Por otro lado, hay pacientes que tienen la enfermedad controlada, pero cuando cambian los factores ambientales, como puede ser la polución, cambios del estilo de vida o el estrés, ‘explotan’ con un brote”, concluye.
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