Cuarenta y cuatro casos en Galicia, seis de ellos en Vigo; 49 muertes en España y más de 2.000 infectados. Estas cifras fueron las que llevaron, primero al Gobierno gallego, y 24 horas después al Gobierno central, a decretar la emergencia sanitaria para frenar el avance de aquel extraño virus de cuya existencia se habían tenido noticias solo cuatro meses antes, en diciembre, cuando se conocieron los primeros casos en la provincia de Wuhan, en China. Nadie podía sospechar entonces que un año más tarde estaríamos aún combatiendo una pandemia y bajo el estado de alarma, con la movilidad limitada, nuestra vida social reducida al mínimo y, lo más doloroso, hablando de más de 72.000 víctimas mortales solo en España, con cerca de 2.300 muertos en Galicia, de los que más de 400 han fallecido en el área de Vigo.
Ya días antes de que se confirmase la emergencia sanitaria se había desatado la psicosis en Vigo, al igual que en otros lugares del mundo, como informó Atlántico en su portada del 12 de marzo de 2020. La demanda en los supermercados creció y alcanzó a las mascarillas, que empezaron a ser un bien escaso y deseado, de cuya utilidad todavía se dudaba y que tardarían meses en ser obligatorias. La imagen icónica de aquellos momentos previos eran los lineales vacíos de las tiendas y el furor por el papel higiénico, que se agotó en muchos estantes sin que nadie diese razón de por qué se temía por su desabastecimiento.
También muchas empresas se anticiparon y comenzaban a enviar a sus trabajadores a sus casas para seguir operando desde sus hogares mediante medios telemáticos: el famoso sistema del teletrabajo al que España se tuvo que incorporar repentinamente.
El 12 de marzo la Bolsa se había desplomado. El Ibex registraba su mayor caída de la historia —de hecho, todavía no ha conseguido recuperar los niveles precovid—, el textil y la automoción gallegas ya barajaban los EREs preventivos y la Liga de Fútbol quedaba suspendida durante dos semanas. Mientras, el Gobierno indicaba su intención de movilizar 19.000 millones de euros para un primer plan de choque. Era el anticipo de la crisis económica que más tarde provocaría la paralización de la actividad económica, que no ha vuelto a recuperarse.
En Vigo, siguiendo las directrices de la Xunta, el 13 de marzo se cerraron los colegios y la Universidad. Comenzaban las clases online, para las que docentes y estudiantes tuvieron que adaptarse a toda velocidad y no sin dificultades. La actividad académica no volvería a ser presencial hasta el curso siguiente —y no siempre— y la Selectividad se tuvo que posponer un mes. Tampoco hubo actividades del Concello, el Puerto se quedó sin cruceros, los juicios sin togas y las bodas sin invitados, con un sector de la cultura igualmente paralizado.
El 13 de marzo Galicia —que ya se encontraba en precampaña electoral para las autonómicas—, al igual que Madrid, Cataluña y País Vasco, que también se anticiparon al Gobierno, echaba el cierre generalizado, permitiendo abrir solo a las farmacias, las tiendas de alimentación, las gasolineras y los kioscos. Ese día, el presidente Pedro Sánchez anunció el estado de alarma, una medida que en principio iba a estar en vigor durante 15 días y que se hizo efectiva el domingo, 15 de marzo. España superaba los 4.200 casos y los 120 muertos y se preveía que los contagios llegasen a 10.000 en las siguientes jornadas.
Y llegó el 14 de marzo. Vigo amaneció con las calles totalmente vacías, sin apenas coches y con el ruido solo de los pasos de los transeúntes que acudían a hacer sus compras. Fue el final de la normalidad que después se convirtió en vieja. Nada ha vuelto a ser lo mismo. Aquellas primeras semanas, que después se convirtieron en casi tres meses de confinamiento—hasta el 21 de junio, cuando finalizó la quinta prórroga del estado de alarma— la imagen de Vigo fue la de una ciudad vacía y con sus fiestas, como la Reconquista, suspendidas; un lugar donde todos los días su silencio se veía interrumpido a las 8 de la tarde con los aplausos en los balcones y el ruido de las sirenas de los coches de la Policía con los que se agradecía el esfuerzo de los servicios esenciales: las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, los sanitarios, los trabajadores de tiendas y supermercados… Hasta el 26 de abril los más pequeños no pudieron salir de sus casas, tras 44 días de encierro, y eso solo en determinadas franjas horarias, que más tarde se extenderían al resto de la población
Primera fallecida en Vigo
La noticia del primer fallecimiento en Vigo, y en Galicia, por culpa de la Covid-19 llegaba el mismo día en que entraba en vigor el estado de alarma. Se trataba de una mujer de 92 años de O Val Miñor que estaba ingresada en Povisa y que fue considerado un “caso importado”. Desgraciadamente, a esta muerte le siguieron muchas más, con un número de enfermos que a punto estuvo de colapsar las UCI de los hospitales vigueses en aquella primera ola del virus. Esa primera semana, también se detectaba el primer foco de contagio en un centro de mayores del municipio.
Otro hecho que visibilizó la magnitud de la tragedia que estaba asolando el país y a toda Europa fue la presencia del Ejército en Vigo. El 16 de marzo comenzaron a llegar los primeros vehículos militares de la Brilat, que pusieron bajo vigilancia la ciudad para controlar el cumplimiento del estado de alarma.
Ejército y avances médicos
Los trabajos de desinfección de instalaciones y espacios públicos a cargo de la Unidad Militar de Emergencias (UME) comenzaron el 18 de marzo, el mismo día que en Vigo nacía el primer bebé sano de una madre contagiada y que el Hospital do Meixoeiro ponía en práctica un sistema pionero para detectar posibles casos: el covid-auto. No sería el único avance destacado en la sanidad viguesa, ya que el Hospital Álvaro Cunqueiro ha sido el primero en crear zonas libres de virus mediante un sistema de “pooling” o agrupamiento de muestras.
Si alguna lección dejaron aquellos primeros momentos fue la de la solidaridad. Cientos de personas se presentaron como voluntarias y pequeños negocios y grandes empresas pusieron sus medios técnicos para fabricar mascarillas y elementos de protección que tanto escasearon aquellos primeros meses.
Crédito: Enlace fuente
Discussion about this post