.La coriza frecuente en estos tiempos no podía pasar como algo habitual para el Dr. Manuel Toboso Alcántara. La duda de si era portador de la COVID-19 se disparó, aun cuando la rinitis alérgica o inflamación de la mucosa de las fosas nasales lo acompaña desde que empezó a conocer el mundo en un punto campestre espirituano. Ahora, con más razón, afirma que dicha rutina pudo convertirse en algo peligroso de haberse confiado.
Tenía razón. A ello súmele el antecedente de que uno de los miembros del Consejo de Dirección del hospital oncológico Celestino Hernández Robau confirmó la positividad en un PCR realizado. Por tanto, no demoró más y acudió a las pruebas establecidas.
La incertidumbre creció en espera de los resultados; horas interminables hasta que la totalidad de los exámenes corroboraron que también era portador del SARS CoV-2, y como director de la institución, decidió el ingreso en ella para conocer lo que sería la primera hospitalización en su vida.
«Una vivencia única, a pesar de que desde pequeño soy asmático, porque es difícil conjugar la trilogía de médico, paciente y trabajador del mismo centro de ingreso por una enfermedad de la que todavía se desconocen muchos detalles».
Aún se pregunta si el contagio ocurrió por otro contacto o por la manipulación luego de tocar alguna superficie contaminada.
Durante la convalecencia el Dr. Manuel Toboso no olvidó sus funciones asistenciales, ya que solo estaba aquejado de alteraciones en uno de los marcadores que consignaban un proceso inflamatorio sin reportes de fiebre, tos u otro malestar.
«Aparecieron más miembros del Consejo de Dirección e integrantes del Puesto de Mando de la COVID-19 con signos positivos y compartimos en la sala de hospitalización. Evaluaba sus complementarios, sugería tratamientos, y ofrecí un poco de docencia a los médicos de familia ante protocolos cambiantes. Ello me sirvió para no pensar en que era portador del virus. Además, mantuve contacto telefónico con los especialistas que indicaban la terapéutica a seguir».
En todo ese tiempo no se desvinculó del acontecer de la entidad, siguió llevando la evolución de los enfermos, las altas, las estadísticas vinculado a los jefes de grupo.
—La institución constituye el centro rector del tratamiento oncológico con carácter territorial, ¿Qué ocurrió durante ese período?
—El hospital no quedó a la deriva y prosiguió la atención oncológica en diversas ramas. Ese segmento estuvo a cargo de tres experimentados profesionales que asumieron cada detalle con un desenvolvimiento excelente.
—¿Han tenido pacientes oncológicos portadores de COVID-19?
—En este último rebrote totalizan 20. Incluso algunos con metástasis en estado grave han logrado su recuperación a pesar de resultar en extremo vulnerables. Este 23 de marzo se le dio el alta a la última paciente de Oncología portadora de un tumor de mama.
—¿Cómo pudieran catalogarse los resultados?
—Durante la primera etapa de la afección atendimos a 341 pacientes; de ellos, 91 positivos y el resto sospechosos, incluidos residentes en Sancti Spíritus y otros 23 procedentes del hogar de ancianos número 3 de Santa Clara. La mayoría con buena evolución y solo tres fallecidos.
«A partir del tercer rebrote en que nos incorporamos nuevamente a la tarea hemos visto a 941 pacientes, con 462 positivos y 479 sospechosos, sumados a 438 altas, 21 enfermos trasladados al Hospital Militar y tres decesos. En toda la historia registramos solo seis fallecidos entre los positivos con una mortalidad menor al 1 %».
La óptica de un galeno
La historia del Dr. Manuel Toboso inició el martes 2 del actual marzo y finalizó el lunes 8 del propio mes luego de que sus PCR resultaron negativos. Emprendió su período de recuperación, y ya asume sus funciones en el centro hospitalario, aunque a veces el cansancio le toque a la puerta en horas vespertinas.
Una y otra vez insiste en la necesaria rapidez para acudir al médico, porque es determinante como vía más efectiva a fin de evitar la propagación de la enfermedad.
«Cuando se analizan los casos complicados y los fallecidos, en un gran por ciento figura la demora en aplicar medicamentos que neutralicen mayores trastornos, la rapidez incluso influye en la disminución de remitidos a las salas de terapia intensiva», puntualiza.
Como galeno y paciente recomienda el uso correcto de los medios de protección, con hincapié en el lavado de las manos, en el cumplimiento de todas las medidas establecidas por los protocolos, y en rechazar la automedicación, ya que un simple dolor de cabeza pudiera constituir el único aviso para sospechar el asedio del virus.
—En el caso de los antisépticos, ¿sustituyen el lavado de las manos?
—Pudiéramos decir que complementan y destruyen bacterias, pero la higiene frecuente es fundamental.
Si algo no quisiera recordar Manuel Toboso de su incursión como paciente son aquellas noches que, a su entender, resultaron en extremo prolongadas.
«Casi no dormía, y tenía la preocupación por mi familia, pendiente de los resultados de sus PCR. Afortunadamente fueron negativos».
—Entonces, ¿tuvo que contar hasta cien para conciliar el sueño?
—No. Ni tampoco sumar elefantes, aunque confieso que tuve mis trastornos por temor a complicarme y que mis seres queridos estuvieran enfermos. Por eso traté de escapar de esas pesadillas, y si bien venían a la mente, encontré mi refugio en el trabajo.
Crédito: Enlace fuente
Discussion about this post