María D. Valderrama
París, 21 ene (EFE).- “Los desfiles tienen que ser vistos como un laboratorio”, señala entre bambalinas el director creativo de Loewe, el británico Jonathan Anderson, que este sábado llevó a la pasarela de París una línea para hombre arriesgada, con abrigos rígidos y estructurados, incluso en cobre.
La pasarela otoño-invierno 2023/2024, presentada durante la Semana de la Moda Hombre, comenzó con un abrigo azul noche cerrado, como una túnica, donde la apertura de la solapa bajaba hasta el ombligo.
Por ese hueco sacaba el modelo el brazo, posando su muñeca en la apertura como si se tratara de una pose de retrato.
La colección fue evolucionando desde una serie de piezas de lencería satinada, como calzoncillos, gabardinas abiertas y blusas abiertas en la espalda, hasta dar paso a una amplia propuesta de abrigos rígidos.
Se vieron chaquetas de traje en una cachemira endurecida, como si se tratara de una escultura, aunque lo más llamativo fueron sin duda los abrigos de cobre, como una trenca corta de metal en su color natural.
En otra estrafalaria propuesta, un abrigo de pelo, tipo peluche, consigue un volumen surrealista al llevar el bajo de las mangas y de la chaqueta va inflado.
Más allá de la innovación, lo cierto es que la línea se movió en esa eterna declaración de principios del “menos es más”. Tanto es así que la mayoría de los modelos solo vestían un “boxer” bajo sus abrigos.
Pero también vestían pantalones de algodón en tricot, como un pijama antiguo, y camisetas de punto.
Llamaron la atención unas camisas en vitela, material utilizado antiguamente en la pintura, que a fuerza de tratamientos parece una blusa fina, arrugada pero “congelada en el tiempo”, según describió tras el desfile el diseñador, que apostó mayoritariamente por colores monocromáticos.
MATERIALES Y SILUETA
El trabajo del artista Julian Nguyen sirvió como base a la inspiración de la firma y, además de crear tres obras originales para Loewe en este desfile, ofreció a Anderson un universo que él supo plasmar en la colección.
Tal fue el caso de las lentillas rojas y blancas que el diseñador decidió poner a los modelos, haciendo que también ellos parecieran congelados en el tiempo, procedentes de un universo que no es humano.
“La moda de hombre es hoy una plataforma muy interesante para probar cosas nuevas. Quería ir más allá en los materiales y en la silueta”, comentó Anderson.
Solo crear uno de esos abrigos llevó hasta 40 días de manipulación, para lograr que pese a la rigidez de la prenda pareciera estar en movimiento.
Con la adoración a las marcas desatada, más aún entre las grandes casas de moda donde Loewe ha logrado posicionarse, Anderson considera que cada desfile debe ser el momento de una propuesta radical.
“Compramos las marcas por su nombre, así que los desfiles tienen que ser vistos como un laboratorio. Es la forma de ver si lo odias o lo amas”, declaró.
DE LOS MÁRGENES A LA TENDENCIA
Anderson tiene por costumbre articular sus colecciones en torno a una pieza clave en la que plasma no solo el espíritu de la línea, sino también sus propias (y concienzudas) reflexiones sobre la moda.
En este caso fue el abrigo inicial, que convierte a quien lo viste en el protagonista de un retrato.
“Creo que estamos en un momento de estilo excesivo. Así que reducir el estilismo a un momento único, como esa idea del retrato con la mano representando el abrigo es para mí el mensaje más potente”, apuntó.
Anderson alabó el paisaje actual de la moda, muy cambiante, y al que espera aportar algo que entre a formar parte de la cultura del momento.
“Empiezas algo en los márgenes y lo conviertes en tendencia. Espero que entremos en un período donde aprendamos a estar incómodos en el diseño para encontrar algo nuevo, si lo logramos podremos disfrutar de la ropa”, señaló.
Anderson no tiene miedo a reinventarse a sí mismo y este año, asegura, “con suerte, podremos ser optimistas”. EFE
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