El Dr. Prieto Valiente formó, durante 25 años, a varias generaciones de médicos en las aulas de la Universidad Complutense. Enamorado de su profesión, sigue como catedrático (ahora en la UCAM), pues considera que aún queda mucho por mejorar en la investigación médica española. Su disciplina, la bioestadística, es la clave de bóveda del paradigma médico actual, la Medicina Basada en la Evidencia. De ella depende, por ejemplo, que el diseño y el resultado de un ensayo clínico puedan ser tenidos por válidos.
Sin embargo, reconoce que algo falla en su oficio: muchos médicos apenas dominan los fundamentos de la metodología de la investigación médica, sustituyéndolos por fórmulas vacías y lugares comunes. Pero no pierde la esperanza, y es por ello que sigue dando clase a estudiantes y a médicos.
Piensa que los médicos de a pie deben estar en el centro de la investigación médica. Por este motivo, tras haber escrito algunos de los manuales más comunes en las facultades de Medicina, y de haber participado en más de 120 publicaciones científicas, ahora haya decidid centrarse en estudios con los productos no patentables, que son poco rentables económicamente, pero sin dejar de trabajar en proyectos de grandes empresas farmacéuticas
Hablamos con él en las proximidades del Colegio de Médicos de Madrid, donde imparte uno de sus ya famosos cursos de “bioestadística sin fórmulas ni lágrimas” para médicos en ejercicio. Se muestra cercano, divertido y didáctico, aunque también duro y batallador, evitando las frases vacías y teniendo muy claro de qué temas quiere hablar.
En esta ocasión Prieto Valiente aborda el tema de los recursos diagnósticos o terapéuticos no patentables. ¿Se les está prestando suficiente atención? ¿Quiénes deben llenar el hueco que, lógicamente, deja en este punto la industria farmacéutica? Son temas de vital importancia a la hora de buscar el correcto equilibrio entre la actividad pública y la privada, entre la iniciativa empresarial y la científica.
D16 Usted suele decir que hay tres errores que aparecen reiteradamente actualmente en el ámbito de la investigación medica. ¿Puede resumirlos en términos que lo entiendan los pacientes , además de los médicos?
LP El primero es no distinguir adecuadamente un problema sanitario sin urgencia (y por ello hay tiempo para planear y realizar cuidadosamente estudios muy detallados), de una emergencia médica en la que no podemos solucionar un problema grave con los recursos disponibles en ese momento y por ello puede estar justificado (e incluso ser obligado) probar cautelosamente posibles recursos optativos, aunque que no estén totalmente contrastados, si hay datos que avalan la no toxicidad y posible eficacia.
D16 ¿Y el segundo?
LP Creer que la utilidad de un recurso diagnóstico o terapéutico solamente queda definitivamente avalada cuando se conoce con cierto detalle sus mecanismos de acción. Ese conocimiento es muy deseable, pero no imprescindible para que la comunidad científica asuma que un producto o procedimiento son útiles. La última palabra la tendrán estudios clínicos que muestran efectos concretos sobre enfermos reales.
D16 ¿Y el tercero?
Confundir las normativas legales en Medicina con la verdad científica. Siendo aquellas, en general, necesarias y pertinentes, debe estar presente que la verdad científica, avalada por los testimonios de médicos honestos y corroborada por informes científicos e investigaciones rigurosas reflejadas en publicaciones controladas por pares, debe ser la referencia última en el ejercicio y avance de la medicina.
D16 Algunos médicos acusan a la industria farmacéutica por ocultar información o darla de modo sesgado. En algunos casos ha actuado incorrectamente, hasta el punto de ser condenados por los tribunales a pagar grandes cantidades de dinero. El Prof. Joan-Ramón Laporte, catedrático emérito de farmacovigilancia entre otros, lo ha denunciado reiteradamente
LP Sí. En eso el Prof. Laporte, que tiene un enorme prestigio nacional e internacional en fármaco-vigilancia, tiene mucha razón. Pero ese tipo de conductas también ocurren con la industria del motor, la cárnica, la alimentaria en general, etc. El Prof. Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de epidemiología de la universidad de Navarra, reconocido como autoridad destacadísima en salud pública en todo el mundo, también denuncia que “la industria alimentaria y la farmacéutica crean falsas necesidades dietéticas, mantienen a científicos a sueldo y presionan contra la regulación del consumo”. Hay que reconocer que es así y luchar enérgicamente contra ello. Pero no podemos demonizar indiscriminadamente a toda esa industria. Hay en ella buenos empresarios y bueno científicos, respetables y admirables. Hay que trabajar para conseguir que esos sean mayoría y los delincuentes sean excepción.
D16 Parece que en todas las profesiones y actividades hay conductas presuntamente delictivas...
LP Sí. Y por ello necesitamos entidades supervisoras que las detecten. Pero, en general, la iniciativa empresarial, que es el motor económico de lo que llamamos el mundo occidental, presta servicios que la sociedad demanda y genera beneficios que permiten, entre otras cosas, pagar a los trabajadores y seguir investigando. La industria farmacéutica y de aparatología médica generan productos que ayudan decisivamente a luchar contra la enfermedad.
D16 Y en relación con los productos diagnósticos o terapéuticos no patentables, ¿hay algo que reprochar a la industria farmacéutica?
LP Entiendo que no. El problema estaría más bien en la investigación realizada con fondos públicos y con fondos privados de entidades sin ánimo de lucro. En algunos casos parecería que hay una alarmante falta de curiosidad por parte de médicos e investigadores, o un exceso de trabas burocráticas o legales que dificultan el desarrollo de su iniciativa personal. Y también cierta desorientación en lo que se refiere a la metodología científica correspondiente.
D16 Dice usted, “Trabas burocráticas y legales”. Pero se supone que en pleno siglo XXI, eso que usted llama «trabas» son normativas necesarias para evitar comportamientos irresponsables y actitudes erróneas.
LP Sí. En todos los ámbitos de la vida, incluida la investigación médica, hay normativas que regulan el comportamiento de los individuos y los grupos. Es una característica de las sociedades más avanzadas.
D16 Entonces ¿cuál es el problema?
LP Yo diría que hay dos aspectos que pueden restar eficacia al necesario “imperio de la ley“. Uno de ellos es olvidar que la ley o norma puede ser más o menos defectuosa, como obra humana que es. Otro es el hecho de que se interprete incorrectamente, a veces incluso abusivamente, por alguno de los sectores implicados.
D16 ¿Eso pasa no en todos los ámbitos de la vida?
LP Ciertamente. Y para intentar paliar esos inconvenientes la sociedad prevé mecanismos de modificación de las leyes y las normas, que las vayan haciendo cada vez más acordes al tiempo histórico en que tienen vigencia. Por ello el médico responsable debe compaginar el cumplimiento de las leyes y el seguimiento de las normas con un espíritu crítico que ayude a mejorarlas, siguiendo los cauces para ello previstos.
D16 ¿Y ocurre así en el ámbito de la investigación médica?
LP En los últimos 50 años se han ido estableciendo normativas que ayudan a seguir procedimientos más seguros. La metodología de la investigación médica afina cada vez más, indicando los procedimientos correctos. Pero, como en todas las demás facetas de la vida, una interpretación excesivamente rígida de la norma, que aparentemente busca el estricto cumplimiento de ella, puede llevar a su incumplimiento. Atenerse ciegamente a la forma sin entender correctamente lo que dice puede devenir en infidelidad al fondo.
D16 Entonces ¿herramientas diseñadas para ayudar a la investigación médica pueden volverse contra ella si son mal utilizadas?
LP Así es. Y merece la pena que repitamos esta idea fundamental. La metodología de la investigación en medicina afina cada vez más y proporciona herramientas cada vez más eficaces en la investigación médica. Pero el uso incorrecto de esta metodología puede entorpecer la investigación médica en lugar de ayudarla.
D16 ¿Cómo se evita el uso incorrecto?
LP Evitando que personas poco formadas en el tema aparenten tener conocimientos que realmente no tienen. Este tipo de personas en ocasiones toman decisiones o dictan normas que otros médicos, que tampoco conocen el tema, creen de buena fe que deben de ser obedecidas.
D16 ¿Por ejemplo?
LP Más que un caso concreto es una situación generalizada en la que el médico ve ahogada su iniciativa de explorar (por supuesto, con la prudencia y buen hacer que su profesionalidad le confiere) nuevas opciones para curar o aliviar a un paciente de una dolencia que se resiste al tratamiento convencional. Tradicionalmente era consustancial a la labor del médico en ejercicio explorar nuevas variantes de cualquier acción terapéutica o diagnóstica que pudiera ayudar a aliviar el sufrimiento de sus enfermos. Y ello lo hacía, por supuesto, sin someter al paciente a ningún riesgo extra. Precisamente su condición de médico le habilita para valorar riesgos y beneficios adecuadamente, de modo que su “exploración de nuevos territorios” sea siempre muy cautelosa y encaminada directamente al beneficio del paciente.
D16 Se entiende que esa actitud es la que cabe esperar en el profesional que practica el ejercicio responsable de la medicina. ¿Quiere usted decir que no todos los médicos actúan de ese modo?
LP Me temo que en los últimos lustros, a medida que aumentan las “guías médicas”, se acrecienta en los médicos el temor a “infringir las normativas” y se ve muy mermada su iniciativa personal. Y, en mi opinión, eso no debe ocurrir. No es bueno para los pacientes ni es bueno para los médicos, que se desviven por llevar la salud a sus enfermos.
D16 ¿Puede poner ejemplos concretos?
LP Uno entre muchos podría ser el de la homeopatía. Muchos médicos, y yo entre ellos, nos inclinamos a pensar que no hay efecto terapéutico real, más allá del posible efecto placebo. Pero hay consenso universal en que esos productos no son tóxicos, precisamente por la casi indetectable cantidad de principio activo que contienen. Algunos compañeros, dignos de todo respeto, creen que ciertos productos homeopáticos son efectivos y desean prescribirlos cuando entienden que están indicados. Pues bien, si está claro que no hay toxicidad, no parece razonable prohibir al médico que lo prescriba, si cree que con ello puede beneficiar a su paciente. Por favor, tenga claro que no estoy apoyando el uso de la homeopatía. Estoy defendiendo el derecho del médico a utilizar recursos de los que se sabe que no son tóxicos y que él cree son efectivos. Y tenga en cuenta que demostrar la no efectividad de un producto es muy difícil. Si alguna autoridad sanitaria asegura que un producto no es efectivo debe aportar las pruebas de ello.
D16 ¿Por tanto considera usted que si la autoridad sanitaria pretende, por ejemplo, prohibir el uso de la homeopatía estaría actuando incorrectamente?
LP Habría que ver cada situación concreta, pero en principio la prohibición de utilizar un recurso solo sería válida si se demuestra su toxicidad. Y esa demostración debe ser con criterios científicos. No vale opiniones personales, que puede ser muy respetables pero dejan de serlo si se pretende imponer a otras personas que no las comparten. Es evidente que necesitamos estructuras que regulan el ejercicio de la medicina y que los médicos debemos atenernos a las normativas que hemos acordado en base a los conocimientos actuales. Pero también lo es que el médico debe tener margen para cuestionar las normas que le parezcan incorrectas y proponer alternativas que las mejoren, usando los cauces previstos para ello. Solo dando facilidad de expresión a la iniciativa personal podemos conseguir una atención médica en permanente mejoría.
D16 ¿Hay más ejemplos, aparte de la homeopatía?
LP Sí, muchos más. En realidad todos los llamados “remedios caseros“ tradicionales deben ser mirados con sumo respeto por parte del médico inteligente, sin descartar que algunos de ellos puedan ser efectivos. En la historia de la medicina hubo varios hallazgos que inicialmente eran poco creíbles. Permíteme una anécdota, en parte personal.
D16 Vamos a ello
LP En los primeros años del siglo XX los lugareños de Onís y Cabrales creían que el pan mohoso tras estar varios días en las cuevas húmedas que albergan el “queso de Cabrales”, ayudaba a curar úlceras rebeldes. Un joven médico que lo oyó, ignoró despectivamente la superchería de los ignorantes campesinos. Pero ellos siguieron recurriendo a aquella ayuda, que con cierta frecuencia resolvía el problema que don Alfonso no podía resolver. Años después, siendo menos joven y más prudente, y habiendo podido ayudar a sus pacientes con las primeras dosis de penicilina que llegaban a España, reconoció en aquel moho verdoso hongos de la familia del penicillium, que bien podrían estar ayudando a curar ulceras rebeldes, paliando la sobreinfección bacteriana. Si en su juventud hubiera prestado atención a evidencias que tenía ante sus ojos y las hubiera compartido con colegas con inquietud investigadora, mi tío Alfonso quizá se habría adelantado a Fleming.
D16 Las úlceras persistentes, rebeldes al tratamiento convencional, en muchos casos sobre un fondo diabético, son un problema muy serio y que puede ser muy invalidante para el paciente. ¿Le habrían permitido al joven doctor probar tentativamente con el “pan mohoso”?
LP En aquellos tiempos sí. Los principios básicos del “primum non nocere” y de anteponer a todo la curación del paciente, regían entonces igual que ahora. Por ello no tendría ningún sentido impedir que el médico añadiera al tratamiento convencional vigente en ese momento la aplicación cuidadosa de ese “pan mohoso”. Obviamente, empezando por cantidades y tiempos pequeños, observando y anotando cuidadosamente la evolución y, si era positiva, incrementando gradualmente la dosificación. Eso es lo correcto, ética y científicamente. Entonces y ahora.
D16 Ante anécdotas de ese tipo algunos médicos actuales responden “Esos eran otros tiempos. Actualmente tenemos una metodología de la investigación más refinada en la que hay poco lugar para esas investigaciones caseras. Esos métodos de los tiempos heroicos de la medicina ya no tienen vigencia hoy día“.
LP Pero el sentido común y la reflexión cuidadosa no pasan de moda. Siguen teniendo plena vigencia hoy día. O deberían tenerla. Siguiendo con nuestro ejemplo, si al médico que intentaba explorar prudentemente la posible acción terapéutica del pan mohoso se le dice que eso es incorrecto y que antes que nada hay que hacer investigaciones microbiológicas y farmacocinéticas extensas, que, en su día, serían seguidas de un ensayo clínico controlado, aleatorizado doble ciego, se estaría cometiendo un gravísimo atentado contra la ética y contra la ciencia.
D16 ¿Por qué contra la ética?
LP Porque ese proceso tomaría varios años, durante los cuales se estaría privando a algunos pacientes que tenían un problema real de un posible alivio que disminuyera sensiblemente su sufrimiento. Mientras que el comienzo inmediato de la investigación prudente a pie de cama no implicaría ningún riesgo añadido para el paciente, ya que el médico estaría atento a cualquier efecto negativo, que, por otra parte, es poco probable que apareciera, ya que el método se llevaba usando durante siglos y si hubiera algún efecto secundario notable el pueblo llano lo habría detectado previamente.
D16 ¿Por qué contra la ciencia?
LP ¿Porque la ciencia se basa, en primer lugar, en la observación cuidadosa de la naturaleza y anotación meticulosa de lo observado. Y eso es precisamente lo que hace el médico en ese tipo de situaciones. La idea de que el científico elabora teorías e hipótesis como consecuencia de elucubraciones abstractas y luego trata de comprobarlas como experimentos físicos, se aleja mucho de la realidad. En la inmensa mayoría de los casos el científico parte de la observación de la naturaleza y la reflexión cuidadosa sobre lo observado. Ir abriendo camino mediante prueba y error, adecuadamente aplicado al caso de Medicina, es el modo más efectivo para ir avanzando. Lo era entonces, lo es ahora y lo será en el futuro. Que hoy día tengamos herramientas metodológicas más depuradas y potentes que hace un siglo es una ventaja enorme para la ciencia médica y para cada paciente en particular, pero siempre y cuando se utilicen adecuadamente esas herramientas.
D16 ¿Hay casos en que son mal utilizadas?
LP Lamentablemente, sí. Todos coincidimos en que la movilidad motorizada representa un gran avance respecto a la tracción animal, pero si usamos un coche para atropellar personas, lo que es una gran ayuda se convierte en un gran problema. El uso inadecuado puede convertir un recurso originalmente muy bueno en manifiestamente perjudicial.
D16 Pero en el caso de las normativas que regulan el ejercicio de la medicina, debe haber normas que favorezcan el uso óptimo de los muchos recursos que tiene la medicina actual. Y que proteja tanto al paciente como al médico.
LP Ciertamente. El cumplimiento de las normas ayuda a reducir el número de errores que, como en toda actividad humana, se producen en el ejercicio al medicina. Pero si se aplica indebidamente, impidiendo que el médico tenga margen de libertad para optar entre diversas posibilidades (cada una de ellas razonable), la norma puede ser perjudicial y debe ser revisada. Las normas pueden ayudar mucho al médico en su ejercicio diario y están para eso, no para “vigilarle” y ni para impedir que tenga cierto margen de maniobra razonable. Si se me permite la metáfora, al boxeador debemos exigirle que no de golpes prohibidos, pero no podemos enviarle al ring con las manos atadas a la espalda.
D16 ¿Podríamos decir que las normas vigentes actualmente limitan la capacidad de acción del médico más allá de lo debido?
LP Más que las normas en sí, es la interpretación que de ellas se hace, por aparte de algunas personas que sufren una indigestión de “metodología científica“, sin conocer realmente esa metodología. Con frecuencia oigo a compañeros decir que no se atreven a tomar ciertas iniciativas, por temor a ser reprendidos o sancionados. Y eso no es bueno para la medicina. El límite para la acción de cada médico debe ser no perjudicar al paciente (por acción o por omisión) y ayudarle tanto como se pueda. Y quien mejor conoce esos limites en cada caso es el médico que está al pie de la cama. El 99.99% de los médicos saben perfectamente el margen de riesgo que implica cualquier iniciativa y son ellos los que mejor pueden valorar si procede correr ese riesgo a cambio del posible beneficio que podría tener el paciente.
Ante cualquier remedio casero en el que el médico vea cierta posibilidad de que sea útil, debe tener libertad para explorar prudentemente esa opción en sus pacientes, anotar cuidadosamente los resultados que va teniendo y si estos son positivos, pensar en un estudio más completo, posiblemente con la ayuda de un experto en metodología. Pero si se le dice que su única opción es iniciar un proceso burocrático solicitando permisos para realizar un ensayo clínico minucioso, que tardaría meses en ser autorizado y consumiría tiempo y dinero, ante ese panorama la mayoría de los médicos abandonan cualquier iniciativa posible. Y eso enlentece el avance da la medicina.
D16 Finalmente su tío Alfonso no dio el paso que le podía haber puesto en el camino que lleva a la penicilina, pero supongo que en otros casos el médico sí da el paso inicial necesario.
LP Sí, sí. Hay cientos de anécdotas en ese sentido. Gran parte del desarrollo de medicina se realiza gracias a esas iniciativas de médicos comprometidos con su tarea. Uno entre muchos es el caso de la dra. Mary Walker, que en 1934 observó que el paciente con miastenia grave se parecían mucho al que sufría envenenamiento por curare y pensó que la fisostigmina (antídoto del curare) podía paliar los síntomas de la miastenia. Tenía un paciente con miastenia grave bulbar y todo indicaba que iba a morir por neumonía por aspiración. Con la anuencia de otros colegas, administró la fisostigmina subcutáneamente a ese paciente, gravemente afectado. La fatiga muscular y la ptosis palpebral mejoraron claramente. Inicialmente no se le prestó mucha atención, pero animada por ese éxito inicial siguió trabajando en esa dirección y un año después demostró con otro paciente en una reunión de la Royal Society of Medicine que ese tratamiento revertía los síntomas de la miastenia, al menos por un tiempo. Pronto otros médicos continuaron con esta línea de trabajo, proponiendo variantes y haciendo estudios cada vez mas completos.
D16 Parece claro que la iniciativa y el tesón de la doctora fueron la clave para ese avance médico.
LP Así es. Y también fue decisivo que no se le impidiera su trabajo inicial, alegando que no había conocimiento profundo del posible mecanismo de acción o que no había bibliografía médica que reportara ese efecto terapéutico. Por supuesto que no había esa bibliografía. Ella estaba dando el primer paso y aportando unos primeros resultados que valdrían como justificación de estudios más sistemáticos posteriores. Exigir en ese punto un estudio médico muy detallado estaría totalmente fuera de lugar. Sería poner palos en la ruedas del avance de la medicina. Lo que hay que hacer en esos casos es apoyar al médico que tiene una idea interesante, no frenarlo, apelando a la necesidad de un “rigor científico“ que el médico no está violando, sino que, muy al contrario, está cumpliendo.
D16 Y hoy día ¿se dan situaciones de ese tipo?
LP Muchas. Días atrás, en una reunión informal de dermatólogas, una comentó que aplicando aceite de oliva virgen, AOV, en algunos casos de dermatitis atópica (cada vez más frecuente, sobre todo en niños) había tenido buenos resultados. Ante comentarios similares de otras colegas, decidieron emprender un “modesto estudio inicial” que permitiera tener más información sobre esas sospechas. Básicamente la idea era aplicar AOV durante una semana en un brazo del niño y crema convencional en el otro, en los casos de afectación bilateral simétrica. Un médico “ciego”, valoraría la evolución comparativamente. Pero el plan tuvo que abortar porque el marido de una de ellas, que trabaja en la administración sanitaria, les advirtió de las muchas normas, éticas y científicas, que podían estar incumpliendo con su iniciativa. Cuando pedí a nuestro colega que resumiera por escrito esas objeciones, resultó que ninguna de ellas tenía realmente consistencia. Pero las dermatólogas, magnificas médicas pero no expertas en temas metodológicos y burocráticos, ante el temor de recibir negativas, e incluso amonestaciones, decidieron dejar el tema aparcado. Es un ejemplo típico en el que el uso erróneo de normas, o más bien el temor a ellas, estorba al desarrollo de la medicina en lugar de ayudarlo.
D16 ¿Qué tipo de atentados contra el rigor científico contenía ese diseño, según aquel Medico?
LP Una de ellos era que no se especificaba la composición química y el modo de fabricación del producto con el que se hacía la investigación, es decir, del AOV. Hubo que explicarle que ese requisito podría, quizá, ser necesario a la hora de hacer un ensayo clínico meticuloso para cuantificar cierto efecto comparando dos variantes del aceite. Pero no para un primer estudio piloto. También hubo que explicarle que no hay un tamaño de muestra “adecuado“ a cada estudio y que son válidos muy distintos tamaños de muestra, porque cada uno de ellos aporta información útil. En general, cuanto mayor es la muestra, mas información nos aporta, pero no hay un “valor frontera” del tamaño de la muestra que separe la cantidad “válida” de la que no lo es. Eso lo entienden muy claramente los pocos médicos que conoce la estructura lógica de la Inferencia Estadística.
D16 Es muy lamentable que objeciones no justificadas impidan hacer estudios piloto que con poco gasto y sin incomodar a los pacientes podrían dar pistas muy valiosas, ¿no le parece?
LP Sí. Esas objeciones perjudican a todos y no benefician a nadie. Lo peor del caso es que suelen estar disfrazadas de “rigor científico”, pero en realidad atentan frontalmente contra dicho rigor. Y la gran mayoría de los médicos, que, como es lógico, no conocen en profundidad la metodología de la investigación, se sienten intimidados por quienes hacen esas objeciones y abandonan su intento inicial de hacer estudios pilotos nada lesivos para el paciente y que podrían aportar información muy útil. Es una pena que la actitud imprudente, he incluso pretenciosa, de algunos compañeros mal informados impida el trabajo honesto, y muchas veces útil, de otros compañeros.
D16 Los médicos tienen un gran prestigio social, es curioso imaginarles intimidados ante tales trabas.
LP Con mucha frecuencia oigo a compañeros expresar en privado opiniones que al no coincidir exactamente con la verdad oficial, prefieren no decir en público, por temor a ser sancionados o ridiculizados por los medios. Es lamentable que cuando un médico da una opinión profesional, si discrepa, aunque sea ligeramente, de la “verdad oficial”, tiene que gastar tiempo y energía en decir muy alto y claro que no es anti-sistema. El que discrepa debe ser oído con respeto, no acusado por su discrepancia. Y si se cree que está equivocado, debe ser rebatido con argumentos científicos, no apelando a normas o leyes. Recientemente el Prof. Tomas Segura, jefe de Servicio de Neurología muy respetado por sus colegas dentro y fuera de nuestras fronteras, expresaba su opinión en la SER sobre algún tema relacionado con la pandemia. El puede permitirse una ligera discrepancia, dado su prestigio, pero aun así consideró necesario aclarar que no es anti-nada. Otros colegas con menos peso científico que él, se sienten más indefensos frente a posibles ataques de los medios o las autoridades y optan por callarse.
D16 ¿Cómo se puede modificar esa situación para que el médico tenga más margen de discrepancia, obviamente, dentro del marco del rigor científico?
LP El problema es que estas actitudes de censura muchas veces viene de otros compañeros. La gran mayoría de los médicos, son especialistas en lo suyo y no, lógicamente, en metodología de la investigación. Por tanto, es fácil que se sientan intimidados por quienes hablan en nombre de la ciencia. Pero en muchos casos estos (presuntos) defensores del rigor científico no lo conocen realmente.
D16 Humboldt dijo que la expedición del Dr. Balmis y la enfermera Isabel Zendal llevando la vacuna al nuevo mundo cuando no había tecnología para conservar en frio los exudados de los vacunados, permanecerá como la más memorable en los anales de la historia. ¿Cree usted que aquel proyecto, que salvó millones de vidas humanas, habría tenido objetores hoy día, por parte de algunos médicos en defensa, presuntamente, del rigor científico?
LP Me temo que sí. En base a algunas recetas erróneamente interpretadas podrían hacerse objeciones que impidieran realizar el proyecto. En aquel momento no se conocían los mecanismos de acción por los que el exudado de las pústulas de las vacas producían un cuadro atenuado en los humanos, ni tampoco el proceso por el cual los exudados de las pústulas humanas protegían a otros humanos. Ni, por supuesto, se hicieron estudios sistemáticos cuidadosamente diseñados previamente. El propio doctor Edward Jenner, descubridor del método, era médico rural, sin grandes pretensiones científicas, pero con sentido común, capacidad de observación e interés en ayudar a sus semejantes. Su descubrimiento tomó como punto de partida una “superstición” muy difundida entre los campesinos de su pueblo.
D16 ¿Están todavía vigentes muchos de los valores que Jenner, Balmis y Zendal representan?
LP Por supuesto que esos valores son de plena vigencia. Tengamos muy presente que los actuales recursos más refinados de la metodología de la Investigación, a los cuales llevo dedicado en exclusiva 40 años, aportan mucho, pero solo si se conocen realmente y se manejan al amparo del sentido común.
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