El trigo lleva su buen fruto y acaba inclinándose por el singular peso de los buenos deseos que tiene inmersos; la cizaña, por su parte, está hueca, estéril y vacía desde su interior y justo por eso jamás se ve doblegada.
Aunque se vea inclinado al principio, el trigo representa la bondad y a todos esos hombres que van por el buen camino; la cizaña, por el contrario, retrata a esas feas personas que lesionan a sus semejantes, así se vean ‘rectas’.
Es irónico: la que se ve erguida está seca; mientras que el que se inclina está lleno de servicio al prójimo.
El trigo no encuentra inconveniente alguno en ceder su ascenso con tal de darle la mano a su semejante; la cizaña solo está interesada en verse lo más alta posible, así su vida no trascienda.
Lo curioso del caso es que, en tiempo de cosechas, el trigo alimenta más y tiene grandes bonanzas; mientras que la cizaña se convierte en maleza y es fácilmente desterrada del campo de cultivo.
¿Es usted trigo o cizaña?
Cada quien decide qué clase de tratamiento le dará a su semilla: o se dedica a servir o vive de una forma superficial creando una falsa imagen de poder.
Una vida que lleve el ‘carácter del trigo’ sabe que puede crecer más, desplegando una gran cuota de servicio a la sociedad. En cambio una persona cizañera solo cosecha resentimiento, odio, murmuración y resquemor.
Dentro de cada uno de nosotros se encuentra la decisión de ser trigo; es decir, de crecer, madurar y trascender; o ser cizaña, viéndonos como la mala hierba.
Usted es trigo cuando vive de acuerdo al concepto que tiene de usted mismo y está satisfecho con su vida y con su misión de servir a los demás.
La cizaña, contrario al trigo, se parece más a la roya: tiene una mala voluntad y vive esparciendo rumores, hablando mal de otros y amargándole la vida a quien se encuentra en el camino.
Usted es cizaña cuando se llena de soberbia y se vuelve prepotente, al punto que pretende ser más que los demás y quiere que el mundo entero se doblegue a sus caprichos.
De manera desafortunada, el trigo es la semilla que menos estamos sembrando en nuestros corazones. En cambio, la cizaña se ha vuelto común: la vemos en nuestra cotidianidad, sobre todo en las redes sociales, y ella tiene el gran defecto de contagiar a muchas personas creando un mal ambiente.
Sea como sea, debemos aprender a vivir entre el trigo y la misma cizaña, pero procurando cuidar nuestras buenas semillas.
No nos dejemos embadurnar de la gente ‘mala vibra’, ni de sus habladurías; tengámonos fe y promulguemos las buenas acciones, que sí tienen un gran efecto a nuestro alrededor.
Así exista gente que nos lance cizañas, no les paguemos con la misma moneda. Así como el trigo se doblega al estar el grano maduro, debemos ser humildes y entender que tarde o temprano los ‘mala leches’ terminarán apartados de todo.
BREVES REFLEXIONES
* La vida es lo que usted hace de ella: una escuela, un campo de batalla o una estrella que ilumina todo.
* ¡Haga las cosas sin tanto aspaviento! Sin tanta bulla le irá cerrando la boca, poco a poco, a más de uno.
* El estrés le hace creer que todo tiene que suceder ya; la fe le dice que todo ocurre en el tiempo de Dios.
* A veces no puede hacer nada para detener a la persona que se quiere ir. ¡Dejar ir suele ser saludable!
* No pierda el sentido del humor; aprenda a reírse de sus propios defectos. ¡Si lo hace, nada lo turbará!
* Los sueños parecen imposibles, pero si nos comprometemos a cumplirlos se vuelven inevitables.
¡CUÉNTENOS SU CASO!
Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíe su testimonio a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:
Testimonio: “Padezco muchos brotes de ansiedad. Soy un hombre joven y trabajador, pero en mi diario acontecer me acosan las tensiones y me salgo de casillas. Todo lo quiero para ya, me afano por cualquier problema y siento que mis cosas van a salir mal. Es como si las amenazas estuvieran a la vuelta de la esquina. No sé si es por los estragos que me ha dejado la pandemia, pero me siento lleno de incertidumbres. ¿Será que esto es un problema de salud o es algo pasajero? ¿Podría ser un asunto de cuidado? Le agradezco una respuesta a mi carta”.
Respuesta: A muchas personas, sobre todo en estos complicados tiempos de pandemia, se les ve preocupadas por lo que están viviendo a su alrededor.
Le diría que la incertidumbre que ha despertado este tiempo de crisis hace que todo le parezca desalentador. Sin embargo, percibo que su ansiedad le hace sentir que tiene todo fuera de control y es evidente que ella se está interponiendo en sus actividades cotidianas.
Ha de saber que la ansiedad es una respuesta de alerta que su cuerpo le da ante situaciones que está padeciendo y que sí puede ser una ‘amenaza’ para su salud.
Me pregunta que si este es un tema de cuidado: ¡Pienso que sí!
Pero si analiza que la ansiedad es una reacción relativamente ‘normal’ por las tensiones por las que hoy pasa, consideraría que no debería afanarse tanto.
El problema en usted, según interpreto en las líneas de su misiva, es que se ha visto inmerso en situaciones que le están alterando su tranquilidad.
No es fácil controlar este tipo de situaciones, pero debe intentar no pensar en que le van a suceder cosas malas. Cuanto más se centre en esos perturbadores pensamientos, más síntomas tendrá de ansiedad.
Si bien creo que podría consultar a un profesional de la salud, debo decirle que hay algunos consejos útiles para superar la ansiedad por su propia voluntad, tales como: escuchar música relajante, practicar la meditación, orar, hacer ejercicio de manera regular, dormir lo suficiente, compartir sanos momentos de ocio, ingerir alimentos saludables, evitar el consumo de bebidas alcohólicas, no fumar, en fin…
Más allá de estas recomendaciones, creo que un sicólogo podría plantearle un tratamiento profesional que incluiría, además de una terapia conversacional, el tomar medicamentos, si llegara el caso de necesitarlos. Le aclaro que una decisión en ese sentido debe tomarla un sicoterapeuta, no usted.
Insisto en decirle que debe tener un cambio de actitud y, sobre todo, tiene que desterrar de una vez por todas los pensamientos negativos.
Debe prepararse mentalmente para asumir el ‘día a día’ de una manera más esperanzadora y propositiva.
Se vive mejor siendo optimista que afrontando todo como una tragedia. Podría ser más feliz si dejara de acelerarse y de ver todo en negativo.
No deje que los pequeños inconvenientes de la cotidianidad lo saquen de casillas.
Vea la vida en términos halagüeños y haga pequeñas las cosas que a veces erróneamente ve demasiado grandes.
Lo invito a hacer la siguiente oración:
Señor, en estos días de incertidumbre y de ansiedad y en los que todo parece amenazar mi cotidianidad, me pongo en sus Manos. Erradique de mi corazón todo afán y ayúdeme a cultivar pensamientos de fe que puedan renovar mi espíritu. Amén.
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