Queda claro que el acompañamiento profesional a quien atraviesa una instancia de adicción es fundamental. Y aunque proliferen con un enorme esfuerzo los espacios de contención que van gestando diferentes ONG o algunas comunidades religiosas, la falta de políticas estatales para afrontar esta cuestión se hacen evidentes, al menos en lo que hace a la promoción de espacios que garanticen un tratamiento y una internación.
Patricia Caro es bioquímica y forma parte de la fundación Ave Fénix desde hace casi 25 años. En la actualidad es coordinadora de Prevención y Capacitación de la institución, que se caracteriza por brindar tratamiento ambulatorio a pacientes con consumos problemáticos, con la participación de un grupo de profesionales integrado por psicólogos, una médica clínica, un psiquiatra y una trabajadora social, entre otros. Con una gran experiencia en el tema y habiendo trabajado además en el laboratorio de Toxicología, que pertenece al área de Criminalística de la Policía de Entre Ríos (PER), observó: “A nivel local, en Ave Fénix vemos mayor consumo de drogas. Y no solo en los chicos, sino que a partir de la pandemia está viniendo a consultarnos mucha gente adulta, de entre 30 y 40 años. Puede tener que ver con la pérdida laboral o con alguna otra cosa”.
Aunque sostuvo que crecieron las consultas “porque muchos adictos quieren dejar de consumir”, lamentó: “En el 90% de los casos que hacen el pedido de admisión, no empiezan el tratamiento. No quieren acatarlo y está muy complicada la situación”.
Sobre este punto, remarcó que se deben seguir una serie de pautas, y comentó: “El tipo de tratamiento nuestro es ambulatorio, pero eso es relativo, en el sentido de que hay una internación domiciliaria, a partir de la cual el paciente no puede deambular por la ciudad o por donde quiera, sino que debe venir todos los días a la Fundación y luego se va a su casa, sin contacto social, sobre todo en la primera etapa. Es como si estuviera internado pero en su domicilio, y eso es lo que no acepta; muchas veces no pueden cortar con la junta y demás”.
Una deuda pendiente
Que haya más lugares en los que los pacientes con consumos problemáticos puedan internarse es una deuda pendiente del Estado, que no cuenta con espacios para este fin, a pesar de que los consumos problemáticos crecieron. Sobre esta cuestión Caro remarcó: “El tema de la internación lo más grave de todo esto. Primero porque no hay lugares ni instituciones estatales para internación, sino que todas las comunidades terapéuticas son privadas”.
A su vez, manifestó: “Hay algunas ONG que no tienen habilitación de Sedronar, porque no son lugares de tratamiento de adicciones, sino de contención de adictos. Es diferente, porque o cuentan con profesionales que les brinden un tratamiento”.
Asimismo, recordó que en Paraná “hay una sola comunidad terapéutica privada para internación, y algunas otras en la costa del Uruguay. Por eso y por criterio profesional, en muchos casos los pacientes deben ser atendidos a Santa Fe: “Nosotros cuando tenemos algún paciente para internación porque no acata lo ambulatorio, lo derivamos a instituciones de Santa Fe”.
En muchas ocasiones, el costo económico que tiene la rehabilitación es un obstáculo para la persona que debe afrontarlo o para su entorno. En este marco, Patricia Caro aclaró que todas las instituciones habilitadas por Sedronar becan a los pacientes que no tienen obra social ni medios propios.
Por otra parte, Caro remarcó: “Es muy difícil encontrar instituciones para internar, pero mucho más difícil es que el adicto quiera internarse y que se mantenga internado durante todo el tratamiento”.
Sobre este punto, explicó: “La ley de Salud Mental no permite internarlo compulsivamente y ese es un gran problema. Porque cuando hay un adicto con problemas psiquiátricos, con brotes maníacos, con arranques de violencia y necesita ser internado, hay que hacer un trámite judicial que es muy difícil en Entre Ríos. En Buenos Aires sale rapidísimo, porque se hace la pericia psiquiátrica, se dictamina que necesita la internación porque corre peligro para él o para terceros y listo”.
“Acá no se logra resolver porque los jueces no están acostumbrados y no hay abogados que lo lleven adelante. Y si el paciente no se quiere internar, los padres tienen una complicación y muchas veces terminan echando a su hijo a la calle, porque es imposible la convivencia. Es muy complejo, ya que para que el adicto deje de drogarse hay que encerrarlo en una campana, sin posibilidad de contacto con alguien que le pueda facilitar el consumo”, recalcó.
Reconocer la enfermedad
Caro indicó que el primer paso que debe dar la persona para iniciar un tratamiento es reconocer su situación, y expresó: “Los primeros dos o tres meses nos lleva a lograr que puedan entender que son enfermos, no son viciosos ni transgresores ni malas personas. Porque recién cuando aceptan la enfermedad, aceptan el tratamiento”.
Por otra parte, advirtió: “Una enfermedad no se cura sola, y ahí también tenemos otro problema, propio de este tiempo de pandemia, que es que al haber gente adulta consultando por consumos problemáticos, que es el término que usa el Estado, son personas que ya se han emancipado, viven solos o con la pareja, que por lo general también consume. Y el tratamiento ambulatorio requiere de un garante, que es alguien que acompaña este tratamiento y sobre todo que ejerce el rol de control, para que el paciente que no salga a ningún lado, que no tenga dinero a disposición, que no use las redes sociales y no se contacte con los compañeros de consumo”.
En este sentido, explicó: “Para hacer esta internación domiciliaria, la mayor parte de los pacientes tiene que mudarse a vivir con la madre de nuevo, y ahí los choques generacionales son tremendos, porque muchas veces las madres no quieren saber nada con recibirlos cerca de los 40 años de nuevo y con un problema de consumo. Y suele ocurrir que cuando tenemos la adhesión al tratamiento por parte del paciente, muchas veces no la tenemos por parte del familiar que necesitamos que acompañe en este proceso”.
“En cuanto a los jóvenes, hay estadísticas a nivel país que indican que en los jóvenes creció el consumo de golpe, sobre todo al principio de la pandemia, cuando dictaron el encierro y no podían asistir a la escuela, pasando más tiempo encerrados, y durante muchos meses”, comentó a UNO, y subrayó: “Lo que dejó de verse en esta franja etaria en ese tiempo fue un aumento de alcohol de los jóvenes, porque no han tenido acceso a los boliches, que es el espacio promotor del este tipo de consumo. Sí se incrementó el de cocaína y sobre todo de marihuana, que en este momento ya es masivo por la noción de que no hace nada porque es medicinal. Así que es muy difícil luchar contra eso”.
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