«Fue una decisión difícil. Pero a pesar del dolor del momento, nos pusimos en el lugar de otras familias que esperan un trasplante y decidimos acompañar la voluntad positiva de nuestro hijo hacia la donación. Estamos seguros de que él hubiera querido eso, siempre nos decía que algún día iba a ser alguien importante. Los órganos no van al cielo, los órganos se quedan en la tierra y dan vida. Eso es lo que hizo mi hijo», expresaron los padres del joven donante del interior provincial que falleció luego de un siniestro vial, cuyo gesto altruista permitió que el Centro Único de Coordinación de Ablación e Implante (Cucai) del Chaco en coordinación con el Ministerio de Salud Pública y el sistema sanitario provincial y nacional concretaran un complejo operativo de ablación multiorgánico.
Dos pacientes que estaban en lista de espera, uno de ellos en la lista de emergencia nacional, pudieron así recibir un trasplante de órganos, con todo lo que eso significa para ellos mismos y sus familias. En el mundo, este tipo de prácticas médicas tienen un largo historial.
Desde el primer trasplante de córnea humana que se llevó a cabo en 1905 en Austria, hasta el nacimiento en 1998 en nuestro país del hijo de la primera beneficiaria de un trasplante de hígado en el país, realizado en un hospital público, las técnicas han mejorado notablemente. Y también los fármacos que se emplean en estas intervenciones quirúrgicas y que ofrecen una gran ayuda al trabajo de los profesionales de la salud.
Pero, como se dijo, no sería posible completar el círculo virtuoso si no existieran donantes que salvan vidas. Según cifras oficiales, en Argentina cerca de siete mil personas esperan un trasplante de órganos. En lo que va del año más de mil intervenciones se concretaron en todo el país. Eso confirma la enorme importancia que tiene la transplantología moderna, que ofrece nuevas esperanzas a quienes están en lista de espera.
Como se ha señalado en otras oportunidades en esta misma columna cuando se aborda este tema, a la hora de reflexionar sobre la donación de órganos es necesario destacar también la importancia de ofrecer a la ciudadanía información clara sobre un asunto sensible, delicado, para que se dejen de lado temores infundados que muchas veces demoran la decisión de inscribirse como donantes.
Lograr que se aclaren las dudas y las desconfianzas es el desafío que tiene el conjunto de la sociedad para incrementar aún más el número de los dadores solidarios que hacen falta para salvar más vidas. Aunque resulte reiterativo, hay que decirlo una vez más: el trasplante de órganos requiere de la participación y el compromiso de la comunidad.
Por eso siempre será fundamental la tarea que se lleve a cabo para generar conciencia en toda la población. El Chaco y el país cuentan con recursos médicos de excelencia que hacen posible el milagro del trasplante, pero todo ese conocimiento no podría ayudar a quienes lo necesitan si no existiera la voluntad de donar.
Un párrafo aparte merece la labor del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai) y las dependencias que articulan su trabajo en todas las provincias. Esa enorme tarea es la que asegura a la ciudadanía que la donación de órganos y tejidos se lleva a cabo de manera adecuada según las normas vigentes tanto a nivel nacional como internacional, es decir, con equidad y transparencia.
La denominada «Ley Justina», vigente en nuestro país, establece que todos los mayores de 18 años son donantes de órganos o tejidos, salvo que en vida dejen expresa constancia de lo contrario. Esa norma fue clave para lograr un nuevo paradigma que sirvió para dar una respuesta más efectiva a la larga lista de pacientes que se encuentran en espera de un trasplante.
La sociedad debe confiar en el sistema de salud, que hace posible que el gesto de donar se transforme en un acto solidario que nutre las esperanzas de pacientes que esperan un órgano para prolongar su vida.
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