La revolucin tecnolgica ha supuesto uno de los saltos evolutivos ms espectaculares de la humanidad en el ltimo siglo. Lo evidenci, por ejemplo, una pandemia que convirti las pantallas en cordn umbilical con el que estrechar lazos en pleno aislamiento por la emergencia sanitaria.
Pero esa misma tecnologa que entonces tambin facilit la continuidad escolar de los menores tiene un lado oscuro que la sociedad debe reconocer y afrontar: adolescentes que usan el mvil de manera compulsiva, pan
tallas convertidas en espejos deformantes de cuerpos en formacin
, tristezas y ansiedades que pasan su carsima factura por anticipado (azuzadas por comparaciones imposibles), iniciacin en el porno en un momento de inmadurez que en algunos casos puede derivar en la asociacin del sexo con la violencia y las relaciones de poder,
perjuicio en la salud por falta de sueo,
agresividad que quiebra la convivencia familiar… Una bomba de relojera social que, de no afrontarse con seriedad, puede hipotecar el futuro de las nuevas generaciones. Es necesaria una concienciacin de los padres y las escuelas que impulse un dilogo intergeneracional para establecer
una nueva educacin tecnolgica que sea compatible con la vida
y con la salud mental.
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