La vacuna de Oxford
Millones de personas en el mundo se preguntan cómo funciona una vacuna y por qué es tan difícil desarrollarla.
Actualmente, existen cerca de 170 proyectos para desarrollar una vacuna contra la COVID-19. De ellos, 24 están en fase de experimentación clínica, es decir que están siendo probadas en humanos para evaluar su eficacia —que puede ser muy distinta—
Una de las candidatas que tiene más posibilidades de ganar la carrera contra el coronavirus es la vacuna de Oxford, y por eso la tomo como ejemplo para contestar aquella gran pregunta.
La vacuna de Oxford fue diseñada a partir de un virus que causa la gripa común en chimpancés, y que fue modificado con el fin de asemejarlo al virus SARS-CoV-2. Para lograrlo, los científicos introdujeron información de la proteína S —presente en la envoltura del virus SARS-CoV-2— y fundamental para su reproducción.
Se espera que cuando la vacuna sea aplicada, el sistema inmune identifique a la proteína S, la ataque y aprenda a neutralizar los agentes patógenos que tengan esa constitución.
Si esto sucede, deben desencadenarse dos procesos en el cuerpo humano: la generación de anticuerpos específicos y la activación de unas células altamente especializadas, que se conocen como linfocitos T:
- Los anticuerpos son pequeñas proteínas que se adhieren al virus y logran desactivarlo,
- Los linfocitos T son glóbulos blancos que permiten que el sistema inmune detecte las células que han sido infectadas y proceda a destruirlas.
Hasta ahora, todas las vacunas que funcionan en distintas enfermedades promueven la formación de anticuerpos y la activación de linfocitos T.
Cuidado con los anuncios prematuros
Si bien todos queremos que la vacuna llegue cuanto antes, es necesario insistir en que saltarse pasos en la investigación o flexibilizar los criterios de evaluación sería irresponsable e incluso contraproducente porque podría dar como resultado una vacuna poco efectiva o con efectos secundarios considerablemente nocivos.
La fase 3 es sumamente importante porque consiste en aplicar la vacuna a un grupo de personas y comparar sus resultados con los de un placebo suministrado a otro grupo. Probar la vacuna en decenas de miles de personas es fundamental para identificar los potenciales efectos secundarios y verificar que efectivamente produzcan inmunidad.
Como médico, me preocupa ver que numerosos gobiernos y empresas difunden anuncios que carecen de rigor científico con el fin de tranquilizar a la población o mejorar los precios de las acciones de las compañías. El rigor científico debería ser uno de los pilares más importantes de nuestra sociedad.
Como a todos, me gustaría saber la fecha exacta en la que llegará la vacuna, pero desde un punto de vista científico, es imposible predecirla. Pese a que hay millones de dólares invertidos en esta causa y en las últimas décadas la ciencia ha transitado a pasos de gigante, aún existen aspectos del funcionamiento de la COVID-19 que superan la comprensión humana.
Pasamos de catalogarla como una enfermedad respiratoria a entenderla como una enfermedad sistémica que puede provocar trastornos de coagulación, edemas cerebrales y fallas renales pero que, inexplicablemente, en muchos casos no manifiesta ningún síntoma.
Si bien hay muchas posibilidades de que la vacuna esté lista en tiempo récord—dado que nunca se había destinado tantos recursos y talento humano a una causa semejante— no debemos dar por sentado que así será. Lo cierto es que, hasta el día de hoy, no contamos con una cura ni con un tratamiento específico para neutralizar el virus SARS-CoV-2. La terapéutica médica se concentra en darle todo el soporte a la fisiología del paciente enfermo mientras este logra producir sus propios anticuerpos.
Además, debemos recordar que varios de los proyectos de vacuna están usando estrategias nuevas que requieren tiempo para ser corroboradas o descartadas.
No pretendo hacer un llamado al pesimismo, sino a la prudencia: debemos evitar que el ego humano y el optimismo sin fundamento nos lleve a tomar decisiones apresuradas o a celebrar triunfos inexistentes.
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