RESISTENCIA A ANTIMICROBIANOS: LA PANDEMIA SILENCIOSA
RESISTENCIA A ANTIMICROBIANOS: LA PANDEMIA SILENCIOSA
Además del uso y
abuso de los productos medicinales sobre las personas, el origen de esta
resistencia también tiene como fuente los productos que se utilizan para la
desinfección en hogares. Especialistas explican en qué consiste esta
problemática y cuáles son sus efectos en la salud y la economía.
Además del uso y
abuso de los productos medicinales sobre las personas, el origen de esta
resistencia también tiene como fuente los productos que se utilizan para la
desinfección en hogares. Especialistas explican en qué consiste esta
problemática y cuáles son sus efectos en la salud y la economía.
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Los virus y bacterias se acostumbraron. No solo los medicamentos producen resistencias sino también productos de limpieza
Se estima que
1,27 millones de personas mueren cada año por enfermedades provocadas por
microorganismos (bacterias, hongos, virus y parásitos) que se volvieron
resistentes a los fármacos actuales como consecuencia no sólo del uso
indiscriminado de medicamentos, sino también de productos que se utilizan para
la desinfección tanto en los hogares como en la producción.
«El aumento de la
resistencia a los antimicrobianos es causa de infecciones graves,
complicaciones, estadías hospitalarias más prolongadas y aumento de la
mortalidad» señaló a Télam-Confiar Juana Ortellado de Canese, especialista en
Microbiología Clínica y en Salud Pública y Administración Hospitalaria por
la Universidad Católica de Asunción,
Paraguay.
Y agregó:
«Además, la prescripción excesiva de antibióticos (los fármacos que se utilizan
contra las bacterias) se asocia con un mayor riesgo de efectos adversos, una
repetición más frecuente y una mayor medicalización».
La resistencia a
los antimicrobianos (RAM), es decir, la capacidad que desarrollan bacterias,
hongos, virus y parásitos para resistir los efectos de un fármaco, es una
problemática a nivel mundial que afecta a la todos los ámbitos de la salud y
tiene también efectos sobre la economía.
En 2016, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó un plan de acción a escala
mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos, en el que ya advertía que «el mal uso y el abuso sistemático
de estos fármacos en la medicina y la producción de alimentos han puesto en
riesgo a todas las naciones».
Tres años
después, el Grupo de Coordinación Interorganismos sobre Resistencia a los
Antimicrobianos (IACG, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas
advirtió que si no se toman medidas, «las enfermedades farmacorresistentes
podrían causar 10 millones de defunciones anuales en 2050 y perjuicios
económicos tan graves como los derivados de la crisis financiera mundial de
2008-2009».
Según el último
informe de la OMS, en el que listó 61 vacunas en etapas de desarrollo clínico
contra bacterias resistentes a fármacos, se estima que 4,9 millones de personas
mueren cada año por infecciones causadas por bacterias resistentes y de estas
muertes, 1,27 millones están asociadas directamente a la RAM.
En el documento,
ONU también arrojó que para 2030, la resistencia a los antimicrobianos podría
sumir en la pobreza extrema a hasta 24 millones de personas.
La
resistencia a los antimicrobianos (RAM) es una problemática a nivel mundial que
afecta a todos los ámbitos de la salud y tiene también efectos sobre la
economía.
Antibióticos
Entre los
antimicrobianos que más resistencia están teniendo se encuentran los
antibióticos, aquellos que actúan contra las bacterias: «Los antibióticos son
medicamentos esenciales de la medicina moderna que deben ser usados solamente
cuando son realmente necesarios, a sabiendas de que su efectividad va
disminuyendo desde el mismo momento en que comienzan a utilizarse», indicó por
su parte Arturo Quizhpe Peralta, médico fundador de la Universidad Internacional
para la Salud de los Pueblos y director de ReAct Acción frente a la Resistencia
a los Antibióticos, Latinoamérica.
Y continuó:
«Apenas sale al uso, las bacterias emplean estrategias múltiples para generar
resistencia, por lo que rápidamente el antibiótico pierde su eficacia. Las
infecciones que eran comunes se vuelven intratables y los pacientes mueren».
Por su parte
Ortellado, quien es además Jefa del Departamento de Microbiología en el
Laboratorio Central-Hospital de Clínicas en la Facultad de Ciencias Médicas de
la Universidad Nacional de Asunción, señaló que «la resistencia no es sólo con
bacterias, sino también en virus, hongos y parásitos».
«Muchos avances
médicos dependen de la capacidad para combatir las infecciones mediante el uso
de antibióticos, incluidos los reemplazos de articulaciones, los trasplantes de
órganos, la terapia contra el cáncer y el tratamiento de enfermedades crónicas como
la diabetes, el asma y la artritis reumatoide», alertó.
Desinfección
Pero más allá del
uso y abuso de los productos medicinales sobre las personas, el origen de esta
resistencia también tiene otra fuente: los productos que se utilizan para la
desinfección.
El triclosán, por
ejemplo, se utiliza desde 1964 como bactericida para crear campos estériles en
las instituciones de salud; pero no sólo allí se aplican estas sustancias:
jabones para manos, líquidos limpiadores, geles desinfectantes son productos
antimicrobianos que se utilizan masivamente desde los años ochenta en la
industria, el comercio y el hogar.
Las características
químicas de estos compuestos los convierten en sustancias muy estables,
difíciles de degradar, además de que suelen adherirse a otras partículas,
haciéndose más y más resistentes y fáciles de ser llevados por las aguas o por
el viento.
Además, cuando se
toma un antibiótico en gran medida su carga efectiva se agota en el interior
del cuerpo pero una parte es desechada con la orina y las heces llegando al
ambiente (mares, ríos, cuencas cerradas, sistemas lacustres, pozos negros) con
su poder antimicrobiano activo, y lo mismo ocurre cuando se desinfecta el hogar
o se lava las manos con jabones antisépticos, cuyos principios activos se
escurren por las cañerías, o desde las industrias, los feed lots, las salmoneras,
etc.
En los ambientes
adonde llegan suceden dos cosas: la primera es la muerte de numerosos
microorganismos que, de hecho, resultan ser la base de la cadena trófica de los
ecosistemas, sabiendo que muchos de los compuestos pueden dañar a un grupo
importante de virus y bacterias benéficas, que son los encargados de realizar
procesos biogeoquímicos imprescindibles para el reciclaje de nutrientes.
La segunda
consecuencia es la generación de resistencia de las bacterias a esos
antimicrobianos, que induce al empleo de mayores concentraciones de antibióticos
para su tratamiento en los organismos vivos, llegando a límites peligrosamente
cercanos a la intoxicación.
La OMS estima que
en promedio, se reporta resistencia a la mayoría de los nuevos medicamentos
entre dos y tres años después de la entrada al mercado.
Por su parte, la
bioquímica Leonor Guerriero, quien se desempeñó durante una década en el
Servicio de Antimicrobianos del INEI-ANLIS Malbrán señaló a Télam que «varios
gobiernos y organismos internacionales han elaborado planes para combatirlas».
«En Argentina el
Ministerio de Salud convocó a especialistas y creó la Comisión Nacional para el
Control de la RAM, cuyos objetivos son retrasar o impedir la emergencia y
diseminación de bacterias resistentes mediante la regulación y fiscalización de
la venta de antimicrobianos, promover su uso responsable, intensificar la
prevención y el control de infecciones en hospitales y establecimientos
agropecuarios, promover la innovación en el desarrollo de antimicrobianos,
promotores no antibióticos del crecimiento y pruebas diagnósticas para
identificar bacterias resistentes», describió.
Y añadió que «la
implementación de estas medidas en forma conjunta puede reducir su uso
innecesario y con ello el impacto sobre la RAM».
En este contexto,
la OMS habla del enfoque Una salud reuniendo todas las partes interesadas que
intervienen en la salud humana, vegetal y animal, aquellos que producen
alimentos (tanto para humanos como para ganado), crían ganado, hacen
piscicultura o tienen factorías
alimenticias, para poder realizar una red de interacción y comunicación para
lanzar programas y políticas adecuadas, promoviendo además la investigaciones
para acelerar la comprensión y el abordaje de esta problemática.
«Hay pocos
productos de recambio en fase de investigación y desarrollo. Sin medidas
armonizadas e inmediatas a escala mundial avanzamos hacia una era
posantibiótica en la que infecciones comunes podrían volver a ser mortales. La
forma de tratar de evitar esto es trabajando juntos, no sólo el equipo de
salud, sino todos, bajo el concepto de una sola salud», concluyó Ortellado. Fuente: Télam.
Se estima que
1,27 millones de personas mueren cada año por enfermedades provocadas por
microorganismos (bacterias, hongos, virus y parásitos) que se volvieron
resistentes a los fármacos actuales como consecuencia no sólo del uso
indiscriminado de medicamentos, sino también de productos que se utilizan para
la desinfección tanto en los hogares como en la producción.
«El aumento de la
resistencia a los antimicrobianos es causa de infecciones graves,
complicaciones, estadías hospitalarias más prolongadas y aumento de la
mortalidad» señaló a Télam-Confiar Juana Ortellado de Canese, especialista en
Microbiología Clínica y en Salud Pública y Administración Hospitalaria por
la Universidad Católica de Asunción,
Paraguay.
Y agregó:
«Además, la prescripción excesiva de antibióticos (los fármacos que se utilizan
contra las bacterias) se asocia con un mayor riesgo de efectos adversos, una
repetición más frecuente y una mayor medicalización».
La resistencia a
los antimicrobianos (RAM), es decir, la capacidad que desarrollan bacterias,
hongos, virus y parásitos para resistir los efectos de un fármaco, es una
problemática a nivel mundial que afecta a la todos los ámbitos de la salud y
tiene también efectos sobre la economía.
En 2016, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó un plan de acción a escala
mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos, en el que ya advertía que «el mal uso y el abuso sistemático
de estos fármacos en la medicina y la producción de alimentos han puesto en
riesgo a todas las naciones».
Tres años
después, el Grupo de Coordinación Interorganismos sobre Resistencia a los
Antimicrobianos (IACG, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas
advirtió que si no se toman medidas, «las enfermedades farmacorresistentes
podrían causar 10 millones de defunciones anuales en 2050 y perjuicios
económicos tan graves como los derivados de la crisis financiera mundial de
2008-2009».
Según el último
informe de la OMS, en el que listó 61 vacunas en etapas de desarrollo clínico
contra bacterias resistentes a fármacos, se estima que 4,9 millones de personas
mueren cada año por infecciones causadas por bacterias resistentes y de estas
muertes, 1,27 millones están asociadas directamente a la RAM.
En el documento,
ONU también arrojó que para 2030, la resistencia a los antimicrobianos podría
sumir en la pobreza extrema a hasta 24 millones de personas.
La
resistencia a los antimicrobianos (RAM) es una problemática a nivel mundial que
afecta a todos los ámbitos de la salud y tiene también efectos sobre la
economía.
Antibióticos
Entre los
antimicrobianos que más resistencia están teniendo se encuentran los
antibióticos, aquellos que actúan contra las bacterias: «Los antibióticos son
medicamentos esenciales de la medicina moderna que deben ser usados solamente
cuando son realmente necesarios, a sabiendas de que su efectividad va
disminuyendo desde el mismo momento en que comienzan a utilizarse», indicó por
su parte Arturo Quizhpe Peralta, médico fundador de la Universidad Internacional
para la Salud de los Pueblos y director de ReAct Acción frente a la Resistencia
a los Antibióticos, Latinoamérica.
Y continuó:
«Apenas sale al uso, las bacterias emplean estrategias múltiples para generar
resistencia, por lo que rápidamente el antibiótico pierde su eficacia. Las
infecciones que eran comunes se vuelven intratables y los pacientes mueren».
Por su parte
Ortellado, quien es además Jefa del Departamento de Microbiología en el
Laboratorio Central-Hospital de Clínicas en la Facultad de Ciencias Médicas de
la Universidad Nacional de Asunción, señaló que «la resistencia no es sólo con
bacterias, sino también en virus, hongos y parásitos».
«Muchos avances
médicos dependen de la capacidad para combatir las infecciones mediante el uso
de antibióticos, incluidos los reemplazos de articulaciones, los trasplantes de
órganos, la terapia contra el cáncer y el tratamiento de enfermedades crónicas como
la diabetes, el asma y la artritis reumatoide», alertó.
Desinfección
Pero más allá del
uso y abuso de los productos medicinales sobre las personas, el origen de esta
resistencia también tiene otra fuente: los productos que se utilizan para la
desinfección.
El triclosán, por
ejemplo, se utiliza desde 1964 como bactericida para crear campos estériles en
las instituciones de salud; pero no sólo allí se aplican estas sustancias:
jabones para manos, líquidos limpiadores, geles desinfectantes son productos
antimicrobianos que se utilizan masivamente desde los años ochenta en la
industria, el comercio y el hogar.
Las características
químicas de estos compuestos los convierten en sustancias muy estables,
difíciles de degradar, además de que suelen adherirse a otras partículas,
haciéndose más y más resistentes y fáciles de ser llevados por las aguas o por
el viento.
Además, cuando se
toma un antibiótico en gran medida su carga efectiva se agota en el interior
del cuerpo pero una parte es desechada con la orina y las heces llegando al
ambiente (mares, ríos, cuencas cerradas, sistemas lacustres, pozos negros) con
su poder antimicrobiano activo, y lo mismo ocurre cuando se desinfecta el hogar
o se lava las manos con jabones antisépticos, cuyos principios activos se
escurren por las cañerías, o desde las industrias, los feed lots, las salmoneras,
etc.
En los ambientes
adonde llegan suceden dos cosas: la primera es la muerte de numerosos
microorganismos que, de hecho, resultan ser la base de la cadena trófica de los
ecosistemas, sabiendo que muchos de los compuestos pueden dañar a un grupo
importante de virus y bacterias benéficas, que son los encargados de realizar
procesos biogeoquímicos imprescindibles para el reciclaje de nutrientes.
La segunda
consecuencia es la generación de resistencia de las bacterias a esos
antimicrobianos, que induce al empleo de mayores concentraciones de antibióticos
para su tratamiento en los organismos vivos, llegando a límites peligrosamente
cercanos a la intoxicación.
La OMS estima que
en promedio, se reporta resistencia a la mayoría de los nuevos medicamentos
entre dos y tres años después de la entrada al mercado.
Por su parte, la
bioquímica Leonor Guerriero, quien se desempeñó durante una década en el
Servicio de Antimicrobianos del INEI-ANLIS Malbrán señaló a Télam que «varios
gobiernos y organismos internacionales han elaborado planes para combatirlas».
«En Argentina el
Ministerio de Salud convocó a especialistas y creó la Comisión Nacional para el
Control de la RAM, cuyos objetivos son retrasar o impedir la emergencia y
diseminación de bacterias resistentes mediante la regulación y fiscalización de
la venta de antimicrobianos, promover su uso responsable, intensificar la
prevención y el control de infecciones en hospitales y establecimientos
agropecuarios, promover la innovación en el desarrollo de antimicrobianos,
promotores no antibióticos del crecimiento y pruebas diagnósticas para
identificar bacterias resistentes», describió.
Y añadió que «la
implementación de estas medidas en forma conjunta puede reducir su uso
innecesario y con ello el impacto sobre la RAM».
En este contexto,
la OMS habla del enfoque Una salud reuniendo todas las partes interesadas que
intervienen en la salud humana, vegetal y animal, aquellos que producen
alimentos (tanto para humanos como para ganado), crían ganado, hacen
piscicultura o tienen factorías
alimenticias, para poder realizar una red de interacción y comunicación para
lanzar programas y políticas adecuadas, promoviendo además la investigaciones
para acelerar la comprensión y el abordaje de esta problemática.
«Hay pocos
productos de recambio en fase de investigación y desarrollo. Sin medidas
armonizadas e inmediatas a escala mundial avanzamos hacia una era
posantibiótica en la que infecciones comunes podrían volver a ser mortales. La
forma de tratar de evitar esto es trabajando juntos, no sólo el equipo de
salud, sino todos, bajo el concepto de una sola salud», concluyó Ortellado. Fuente: Télam.
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