La tarde está por caer en la plaza de urbanización Bosch. No hay vestigios de viento neuquino, sólo una leve brisa mueve el flequillo de Gonzalo Lemos. Pero, aunque lo hubiera, nada, ni siquiera una torva de pájaros audaces, podrían contra el equilibrio de sus movimientos: lentos, elegantes, fluidos y casi inerciales. Es que Gonzalo hace Taichí hace más de 20 años, y cada vez que eleva un brazo o flexiona una rodilla, logra inundar de calma todo el ambiente. El Taichí, o Tai Chi Chuan –una antigua tradición china nucleada en la filosofía taoísta- ya es plenamente recomendado por especialistas de la medicina tradicional como práctica terapéutica, anti estrés y recreativa. ¿Por qué?
“El Tai Chi es la manifestación del universo tal como lo conocemos, universo en expansión y contracción, como el día y noche, el abajo y el arriba, por nombrar ejemplos. Y el taichí viene a representar la armonización de esta dualidad: el equilibrio en movimiento”, repasa brevemente Gonzalo, quien se desempeña como profesor de la disciplina en la Asociación Neuquina de Tai Chi y Chi Kung.
Repasando su origen, esta disciplina que ya tiene millones de adeptos en el mundo, se desarrolla como arte marcial hacia el siglo catorce. “Al principio, en China, la gente defendía sus aldeas mediante el Taichí; y después cuando aparece la pólvora, las artes marciales quedan circunscriptas a los monasterios y comienza a adquirir una perspectiva más ligada a la salud”, aclara Gonzalo. Ya al llegar a occidente con el éxodo de los maestros expulsados del régimen de Mao, estas artes milenarias se difunden con una marcada impronta terapéutica, algo que persiste hasta el día de hoy.
Beneficios comprobados para la salud
Desde la Asociación Neuquina, que se nutrió en sus 25 años de trayectoria del saber de grandes maestros del Tai Chi Chuan y que fue fundada por el reconocido profesor Adrián Benente, entienden que los principios ontológicos sobre los que descansa esta práctica son tres fundamentales: equilibrio en movimiento, naturalidad y uniformidad. Toda esta comunión de elementos, llevadas a cabo como una rutina adoptada por las personas, puede representar un enfoque muy positivo para mejorar la salud.
Para los sabios y maestros de primera línea de estas artes, las afirmaciones o conclusiones sobre los beneficios que trae para distintas afecciones resultan absolutamente naturales. Sin embargo, ya centenares de estudios de investigación realizados en ámbitos formales tales como universidades y hospitales pertenecientes a la rama médica tradicional también los reconocen. “Estudié Tecnicatura Superior en Deporte Social y tanto en mi investigación como en mi cotidiano como profesor de Taichí me topé con cientos de casos de mejoría. De hecho, mis pruebas más directas son mis alumnos y compañeros: la práctica reduce dolores provenientes de la artritis, inflamación de articulaciones, aporta a la recuperación motriz. También, ayuda a regular la diabetes, a apaciguar cuestiones psicológicas como estados de ansiedad y estrés; u otras dolencias como el colon irritable, la fibromialgia y manifestaciones de la piel”, dice Gonzalo. Con probada influencia, los estudios afirman que actúa sobre los componentes morfológico, muscular, motor, cardiorrespiratorio y metabólico.
Los principios del Taichí
“Para que exista Taichí tiene que haber movimiento en expansión y contracción tal como el que existe en nuestra naturaleza; porque todo cuanto existe corresponde a este principio, a esta danza continua del movimiento. Nuestro cuerpo funciona así: los impulsos del cerebro, la respiración, los latidos del corazón”, explica Lemos. Y agrega: “Lo maravilloso que tiene es que es de doble vía, uno manifiesta en el movimiento los desequilibrios que tiene (muchas veces de manera inconsciente), y a la vez, como se trata de una disciplina infinita y de descubrimiento, los sujetos se van dando cuenta que, corrigiendo el movimiento, logran corregir esas situaciones o dolencias que tienen; desde cuestiones psicológicas a manifestaciones orgánicas”.
De este lado del mundo occidental, tal vez sean pocas las instancias que tengan las personas para relajarse. “Creo que en parte esto se da porque tenemos mal incorporado el concepto de ganarse el pan con el sudor de la frente. Hay una gran falencia en la fase de retorno de ese trabajo; es decir; en algún momento uno tiene que descansar para volver a rendir. Si uno respeta la danza de estas fuerzas, se logra una mayor eficiencia con menos desgaste. Es un desafío muy interesante y un camino que, recorrido de una manera equilibrada, nos puede garantizar esta práctica”, expresa Gonzalo. Para poder figurarse un poco la metodología de trabajo, los maestros enseñan a “morir en el movimiento”, y a partir de ahí “a encontrar la fuerza para abrir un nuevo movimiento en la expansión”. Pero todo aquello debe hacerse “respetando la propia naturaleza”, según enfatiza Lemos. “El estado en que uno se encuentra, la energía con que uno cuenta para poder desarrollar los movimientos; no hay que imitar, uno debe entender su propia naturaleza para poder hacer Taichí, es un gran descubrimiento”, apunta. Es el punto en que el movimiento se llega a desarrollar con naturalidad: lento, pulsado y continuo. Casi como si fuera inercial. Luego, se agrega la uniformidad, que propone que tanto la mente como el cuerpo funcionen como un todo y que sea el área del bajo vientre, el epicentro que acompañe todos los ejercicios.
Aleja los problemas, ayuda a respirar
En pandemia, las consecuencias del encierro han generado problemas psico-somáticos en las personas y realizar una ejercitación basada en la respiración, la concentración y la serenidad, los acerca a momentos apacibles. “Recomiendo esta disciplina porque tiene todos los beneficios de aquello que se puede hacer en casa sin elementos extra. Sólo necesitamos un cuerpo. Y además porque son prácticas muy inclusivas: pueden hacerla aquellos que quieran simplemente hacer un ejercicio de un tenor liviano con finalidad recreativa y los que quieran profundizar en toda una filosofía de vida. Además, justamente como hay una filosofía que lo sustenta, tiene un aspecto meditativo muy elevado; porque a partir de la fluidez uno logra frenar la mente, disminuir el grado de preocupación y auto conocerse un poco más”, argumenta el profesor.
Actualmente, Gonzalo no puede dictar clases como lo acostumbraba en el espacio propiciado por la Biblioteca Alberdi de Neuquén. Sin embargo, mediante transmisiones gratuitas vía Facebook e Instagram continúa con su grupo de alumnos y alumnas. “Se extrañan la amistad generada en los espacios, los campamentos y recorridas con la Asociación Neuquina, los eventos que organizábamos a nivel provincial apoyados por varios de los ministerios y subsecretarias provinciales y municipales, las clases abiertas en el balneario”, añora Gonzalo. Pero eso, volverá en algún momento. “Ahora hay que seguir reforzando los cuidados con el otro y el cuidado que nos compete a cada uno como seres humanos”, finaliza el profesor.
– Para saber más de Tai Chi: https://www.facebook.com/taichineuquen
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