Hay temas que trascienden; pero en ocasiones el tiempo, los intereses, el olvido y los nuevos e incontenibles avances de la tecnología, a la que el ser humano se somete sin atenuantes, los van dejando de lado.
La tecnología lo ha permeado todo. Los descubrimientos previos al siglo XX fueron precursores. Ahora parecen un sueño. Sin embargo, los nuevos avances mediante la cotidianidad se van volviendo imprescindibles. Todos los días aparecen nuevos aparatos, simples o complejos, que transforman la vida del ser humano.
La lucha por el equipo más actualizado, más costoso o más barato, y los programas deslumbrantes que se adaptan a ellos, cambian el diario vivir con el consecuente desplazamiento de la preponderancia del pensar, actuar, estar consigo mismo y con los demás.
Son innumerables las historias y ejemplos sobre la forma como se ha modificado la presencia del ser humano en la tierra. Quedan reductos en donde el valor del ser humano sigue siendo proverbial, porque no ha dejado de ser; y cuando se observan o se convive entre ellos, se restablece el significado verdadero de la especie.
La tecnología es buena. Facilita la existencia a través de muchas estrategias. Ignorarla es necio; pero debe ser utilizada en las proporciones para que, con la presencia, cercana o lejana, de las personas imprima calidad de especie. El futuro definirá otros procederes.
La tecnología se debe acompañar de formación humana en una mezcla con diferentes proporciones, a veces muy divergentes, que confieren características sociales a distintos grupos poblacionales, desde los citadinos hasta los del campo.
Cada vez con más énfasis los ciudadanos claman por una mejor formación humana en todas las personas y en todas sus actuaciones. Las maneras de estar y las actitudes finales deben ser analizadas de manera personal y frente a otros seres humanos dentro de la vida de relación propia de la especie.
Una buena formación humana puede convertir a un ser humano en un ser a quien se le denomine como una buena persona, independientemente de todos los otros factores que hace que un individuo sea él y no otro.
La calificación de buena persona es simplista, pero resume un cúmulo de virtudes que la aproxima a otros seres humanos, realzando el valor de especie desprovista del mal. ¿Pero es la representación de una buena formación?
Buena persona no significa ser: Laxo, flojo, relajado, descuidado, libertino, divertido, alegre, bufón y otras denominaciones que desvirtúan el comportamiento esencial del ser humano que entiende, acepta y valora a los demás con sus obras
Hasta aquí todo parece lugares comunes; pero cada uno debe reflexionar sobre su vida y la pregunta obligada es: ¿qué tan dependiente es de la tecnología? Las respuestas constituyen toda una enseñanza ante afirmar que desde la vida intrauterina hasta la senectud, y desde el despertar hasta la hora de dormir, está subyugado por la tecnología sabiendo que no todos son técnicos ni tecnócratas.
Las profesiones u oficios relacionados con la asistencia en salud tienen deficiencias en su formación. Ello es evidente en contraposición con la tecnología que utilizan e interpretan en el manejo de sus pacientes.
Las quejas contra el comportamiento de los médicos son cada día más frecuentes, ello se observa desde los núcleos familiar, social, profesional y laboral. Las universidades, las academias y los gremios tienen la obligación de dar las directrices generales y los profesores aceptar el compromiso tácito de su trascendental misión docente formativa.
Cada vez hay más bárbaros, ¡se tienen que acabar!, y menos seres humanos.
Finalmente: El sabio Oliver Wendell observó en 1869: El estado de la medicina es un índice de la civilización de una época y un país. Citado en Desorden por Peter A Swenson(2021).
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