Profesor universitario con artículos publicados en todos los medios de prestigio que seas capaz de imaginar, John M. Barry concibió The Great Influenza, hoy día su obra más popular (por razones obvias), como una pieza de acompañamiento para Rising Tide: The Great Mississippi Flood of 1927 and How It Changed America (1997), uno de los libros de historia norteamericana más importantes de los últimos treinta años. Su estudio sobre la Gran inundación del Misisipi no solo lo colocó en la lista de los más vendidos del New York Times y le garantizó numerosos premios, tanto literarios como historiográficos, sino que tuvo un impacto político y científico real. En el año 2007, Barry fue elegido para formar parte de la Southeast Louisiana Flood Protection Authority, un organismo creado tras el huracán Katrina para proteger el área metropolitana de Nueva Orleans del tipo de catástrofes que ya se habían dado hacía ochenta años. En otras palabras: los libros de este señor, ensayos sobre el pasado magníficamente documentados, contienen claves para actuar sobre el presente.
The Great Influenza se publicó allá por 2004 con el subtítulo La épica historia de la pandemia más mortal de la historia, aunque ahora lo puedes encontrar con el ligeramente menos rimbombante La historia de la plaga más mortal de la historia. No hay nada épico en la gripe de 1918, también conocida como la gripe española, un evento tan trágico y devastador que se calcula que mató a unos 30 millones de personas en solo un año (entre ellas, a un número tan elevado de niños y niñas que ni siquiera nos atrevemos a dejar constancia del mismo). El autor se centra en los efectos del virus dentro del territorio estadounidense, por lo que sitúa su punto de origen en el condado de Haskell, Kansas, conocido hoy como una de sus cuatro posibles zonas cero. Las otras tres serían Francia, Gran Bretaña y China, pero realmente no tiene demasiado importancia dónde se originó la epidemia: la Primera Guerra Mundial y su inevitable movimiento de tropas la convirtieron en una auténtica trotamundos. Nadie estaba preparado para este golpe en aquella época, nadie.
Y, aún así, el mundo no tuvo más remedio que sobreponerse a las circunstancias, como tantas otras veces ha hecho y hará. The Great Influenza analiza la respuesta epidemiológica de todo un país, contextualizándola dentro de la gran historia de los avances médicos y contraponiéndola al momento social, económico y político que se vivía entonces. El libro es un documento valor incalculable si lo que uno pretende es estudiar zonas como Camp Funston, uno de los muchos hospitales de campaña que se improvisaron a lo largo de aquel fatídico 18, y donde un puñado de hombres y mujeres con mascarilla decidieron hacer frente al más insidioso de los enemigos. Sin embargo, Barry no escribe solo para los history buffs, sino que sus libros tienen siempre un indudable componente didáctico: tras leer The Great Influenza durante sus vacaciones estivales de 2005, el presidente George W. Bush quedó tan impactado que puso las bases de un plan federal que sirviera como respuesta a futuras pandemias.
La gran pregunta es si funcionó. Y la triste respuesta, a tenor de los índices de mortalidad con los que Estados Unidos ha desayunado cada día de este fatídico verano de 2020, es que no.
El libro de Barry ha vuelto a las listas de best sellers durante este año tan similar, en muchas razones, a 2018. Puede que gran parte de ese resurgir se deba a Bill Gates, quien lo recomendó el pasado mayo en su blog personal, GatesNotes. Al parecer, su propia abuela paterna fue una de las supervivientes de la plaga de 1918, razón por la que siempre se consideró afortunada: “al contrario que la COVID-19”, explica Gates, “que está golpeando con más fuerza a la gente mayor, la influenza causó su mayor pico de mortalidad entre gente en la veintena”. Por tanto, es posible que ahora, más de in siglo después, nos encontremos ante una epidemia inversa a aquella que afectó a la señora Gates. En cualquier caso, su nieto no tiene más que palabras elogiosas para el retrato que John M. Barry pinta de aquella prueba de fuego para una humanidad que, recordemos, aún estaba padeciendo los estragos de la Gran Guerra.
Para Bill Gates, una de las personas que (pese a la conspiranoia) más han hecho y están haciendo por sacar a la humanidad del actual brete, Barry hace un magnífico trabajo “a la hora de mostrar cómo de profundamente afectó aquella pandemia no solo a millones de familias como la mía, sino también a todo el flujo de la historia”. Uno de los puntos en los que The Great Influenza hace más hincapié es en el nefasto tratamiento inicial por parte del gobierno y los medios de comunicación: tras pasarse semanas negando la mayor, el poder pasó inmediatamente a intentar negar la evidencia, incluso a silenciar los efectos de la plaga. Los principales periódicos tenían prohibido hablar de muertos en suelo estadounidense, de modo que se concentraban en relatar, por ejemplo, el delicado estado de salud del rey Alfonso XIII, dando la impresión de que en España estábamos mucho peor que allí (y por eso aún hoy se sigue conociendo como la gripe española, pese a que nosotros prácticamente ni la olimos).
De modo que sí, los libros de Barry siempre incluyen recetas para el presente. Quizá incluso podamos hablar de una capacidad sobrenatural para predecir acontecimientos, aunque en realidad tiene una explicación muy sencilla: no aprendemos de nuestro pasado, así que estamos condenados a repetirlo. Si todos los gobernantes del mundo se hubiesen leído The Great Influenza durante algún verano, y si sus lecciones hubieran servido para algo a la hora de aplicarlas al mundo de hoy, quizá otro gallo nos cantaría. Pero eh: Bill Gates intentó advertirnos… y ahora hay quien le considera el supervillano en toda esta historia.
También te puede interesar:
Crédito: Enlace fuente
Discussion about this post