México.- Ante situaciones críticas, como las vividas en una pandemia, las personas pueden tener diversas reacciones y manifestar afecciones emocionales, como la ansiedad, una emoción surgida ante el estrés recurrente en la vida cotidiana. Las personas que la padecen anticipan una posible amenaza y tienen, en consecuencia, una serie de reacciones fisiológicas, cognitivas y conductuales que afectan su salud física y emocional y el normal desempeño de sus actividades.
Debate solicitó a sus lectores la participación para rescatar experiencias de personas que viven con ansiedad durante la pandemia. Cinco personas decidieron participar de forma libre y anónima, de manera que se ha dado a los testimonios un nombre diferente al original, pues así fue solicitado.
Mediante entrevista, tres mujeres y dos hombres entre los 30 y los 45 años de edad, dieron a conocer la forma en que enfrentan el problema de ansiedad que sufren y sobre cómo pueden ser apoyados. Sus testimonios dan claro ejemplo de la sintomatología clínica de esta enfermedad, que se ha despertado o incrementado en ellos durante la emergencia sanitaria por coronavirus.
Dan a conocer sus vivencias
Eloy, Flor, Luz, Regina y César compartieron cómo descubrieron su ansiedad, el sufrimiento que esta causa y las consecuencias fatales que pueden sobrevenir cuando las personas que padecen este problema no tienen las herramientas sociales, emocionales ni clínicas para tratar un problema de salud mental como el suyo.
Palabras como “se me juntó todo”, “esto es muy difícil”, “no se lo deseo a nadie”, “creí que me iba a morir”, son frecuentes en ellos. Situaciones de soledad o incomprensión también han sido manifestadas en las declaraciones de los entrevistados.
Contar con familiares cercanos, con amigos y amigas que los escuchan parece traer alivio a sus vidas. Sin embargo, también se ha comentado que parte de su lucha es aceptar el padecimiento y buscar ayuda médica profesional para recibir terapia farmacológica adecuada y oportuna.
Algunos de los casos comentaron la importancia de la salud mental en sus vidas y lo mucho que les ha ayudado seguir las recomendaciones de algún psicólogo en terapia.
Los testimonios expusieron sus situaciones frente a la pandemia, estas son muy complejas, diversas y, a la vez, muy ricas, ya que están en búsqueda continua de bienestar, desean aprender sobre su padecimiento, sobre lo que ayuda a las personas con problemas emocionales, tratan de conocer y conocerse, pero también de ser reconocidos como luchadores de un problema de salud a veces estigmatizado e ignorado por las personas que los rodean.
Compartieron sus testimonios como una forma de dar a conocer la ansiedad que padecen y para alentar a quienes no se atreven a pedir ayuda. Ellos esperan que este sea un medio por el cual personas como ellos puedan ser más comprendidas.
Reviví todos mis miedos en la pandemia
Me llamo Eloy, soy un hombre de 37 años, soy maestro de primaria y soy padre de familia. Yo sufro ansiedad desde el año 2015. Me di cuenta de que era ansiedad por las sensaciones que tuve luego de la pérdida de mi padre. Se me vino todo encima: el trabajo, el estrés, la pérdida. Se me juntó todo. Sentía mucho desespero, sentía como si el corazón se me fuera a detener. A veces me aceleraba y sentía ganas de arrancar, sentía agitación, palpitaciones, me sudaban mucho las manos, mareo, como si fueras a desvanecerte.
En ocasiones, sentía que me faltaba el aire para respirar, sentía opresión en el pecho. Mi esposa me dijo que era ansiedad, yo pensé que era algo del corazón. Me hice electrocardiogramas, estudios, mapeo cerebral y todo salió bien, gracias a Dios. Luego fui con un especialista de la salud mental y neurólogo. Me hizo el diagnóstico de ansiedad y me recetó fluoxetina.
En aquel entonces inicié con una pastilla de fluoxetina, no fue muy pronto mi inicio de tratamiento. Ya había ido con un homeópata y había tomado medicamentos naturales y, la verdad, no me funcionó. Pero con la pastilla medio medio, no creas que mucho, pero digamos que estaba estable. Ahora, con el inicio de la pandemia, sí me asusté, sí tuve ataques de ansiedad de nuevo. En la noche, más que nada, sentía, como es el típico ataque de ansiedad, que te da el desespero.
La pandemia sí nos ha dejado muy marcados, porque es algo misterioso, como la ansiedad, no sabes qué va a pasar, es incertidumbre. Al principio de la pandemia sí eran a diario. Después, me provocaba síntomas de ansiedad cuando me enteraba de que enfermaban o fallecían personas cercanas, familiares, amigos y conocidos.
Trataba de relajarme, de meditar. Me ayudó tomar algunos productos naturales contra la ansiedad, me ayudó apegarme a Dios, a mi fe. Trataba de estar relajado. No recibí ayuda terapéutica durante la pandemia, pero sí platicaba con amigos que son psicólogos y sí me daban buenos consejos.
Todo lo que siente uno hay que sacarlo, porque si te lo tragas es peor, todo lo que te está acechando, hay que echarlo para afuera. También me di cuenta de que es positivo mantenerse fuerte, sano, hacer lo posible por tener un sistema inmunológico fuerte. Creo que llevar una buena alimentación y consumir cosas naturales, realizar ejercicio, sí ayuda. Antes de la pandemia iba con mi familia a caminar, pero por la misma pandemia nos hemos detenido.
Sí nos mantenemos activos y de vez en cuando hacemos algo de ejercicio, pero no es consecutivo. A las personas y hombres que tienen ansiedad, yo les diría que se animen a hablar, que no tengan vergüenza de padecer esta ansiedad. Así como yo, hay muchos, pero, desgraciadamente, no se animan a hablar, no piden ayuda, y eso es lo que les perjudica más; en vez de sanar, más se hunden, más se hieren ellos;en vez de sacar todo eso que traen adentro, más se hieren.
Hay que sacarlo, reconocerlo. Creo que está bien acercarse primeramente a un psicólogo, una buena terapia psicológica ayudaría bastante. En dado caso de que les recomienden medicamentos, pueden consumirlos, ya poco a poco lo van a ir dejando, van a ir recuperándose. Cuando tengo un ataque de ansiedad, mis seres queridos me ayudarían mucho platicando, el platicar cuando hay un ataque de ansiedad es fundamental, porque te relaja.
Lo que no me gustaría que la gente hiciera cuando tengo un ataque de ansiedad es tener reclamos. Las personas muchas veces no te entienden o piensan que es un juego, se ríen, y, sin embargo, no, esto no es un juego, es un mal que no se lo deseo a nadie.
Me gustaría ser comprendida por mi familia
Me llamo Luz, tengo 37 años y soy psicóloga. Comenzaré por decir que los psicólogos también somos seres humanos y también sentimos. Muchas veces nos critican porque somos psicólogos y no sabemos lidiar con nuestra ansiedad, pero, como todos, también necesitamos de un especialista que nos sepa comprender y escuchar.
Mi primera crisis de ansiedad fue antes de la pandemia, me desesperaba mucho. Esta ansiedad que yo sentí fue por un problema económico, no hallaba la puerta porque me estaban cobrando. Lo que pasó es que presté mis tarjetas y quedó mal la otra persona, no me pagaba. Una noche yo iba en un camión cuando en una de esas sentí como el pecho medio apretadillo y con unas ganas de llorar; de hecho, lloré, lloré mucho, se me salieron las lágrimas y sentí ganas de bajarme del camión y salir corriendo. Sentí un desespero feo, muy feo. Desde ahí, yo sentí que empezó mi ansiedad, eso fue en 2018.
En 2020 tuve otros episodios de ansiedad. Mi mamá tenía cáncer, a ella le detectaron cáncer de pulmón en octubre del 2019 y ya cuando salió esto del covid, pues fue en marzo del 2020. Mi mamá estaba tomando quimioterapia, yo la llevaba a tomar las quimios. Me alegraba verla sonreír, me alegraba mucho que estaba tomando sus quimios y me quedaba yo esperándola (afuera de la sala de quimios), yo me asomaba, volteaba conmigo y me sonreía. Casi todo el año recibió quimios, fue un 23 de noviembre del 2020 cuando fue tuvo la última. Fue una gran meta para ella y también para nosotros, porque estuvimos con ella. Sí me sentí muy unida con ella, a lo mejor no soy enfermera y a lo mejor no me gustó mucho estar en los cuidados médicos ni nada de eso, pero en esa ocasión que ella tuvo su cáncer, yo di todo para estar con ella, para apoyarla, para ayudarla.
Yo quería que ella resistiera, que sanara, obviamente pensaba de una manera optimista, que ella iba a estar bien, que ella iba a salir de ese cáncer. Fue una gran lucha tratar su cáncer durante la pandemia, por todos los cuidados que se debían tener. Yo sentí mucho coraje porque, luego de salir de su última quimio, una tía salió con covid, y a los días nos hicimos la prueba y todos en casa tenía mos covid, incluso mi mamá.
Yo le pregunté a mi mamá si tenía miedo de salir positiva, y ella me dijo que no, que si salía positiva, ahí se iba a quedar en el cuarto.
“Ah, está bien”, le dije, “yo aquí te traigo la comida, vamos a salir de esta”. Tratábamos de estar optimistas, a ella la miré, la verdad, muy fuerte en cuanto a eso. Pero fue muy duro, porque empezamos a confrontar la covid-19. Mi mamá fue hospitalizada, porque en casa ya su saturación de oxígeno daba 30, daba 20. Yo también me sentía mal, me dio covid, sentía mucho cansancio, me agitaba mucho, no podía subir escaleras porque luego sentía que el corazón se me aceleraba, no podía respirar bien, tenía mucho cansancio, me dolía la cabeza, pero nunca imaginé que mi mamá iba a fallecer. Ha sido el dolor más grande que he tenido en mi vida.
Y desde ahí me empezó otra vez la ansiedad, más que nada fue por eso; se me juntó el duelo, el estrés, mis problemas y, la verdad, fue muy difícil enfrentar todo eso. Me sentía, además, deprimida. Recuerdo que a veces estaba tranquila, y de una el corazón se me aceleraba. Recuerdo que una vez me pasó cuando mi mamá estaba internada, y de una el corazón me empezó a latir muy muy fuerte y me tomaron la presión, los latidos, y de una me subió a 146 y en seguida de una me bajó la presión, y resultó que era de mi misma angustia, de la misma ansiedad que tenía de saber que mi mamá estaba internada y estaba intubada. Luego, que falleció mi mamá, seguía sintiendo síntomas de ansiedad.
Me daba miedo estar mal y me hice estudios del corazón, me mandaron a hacer estudios de mis pulmones, y salí bien.
Yo no me he sentido apoyada por mi familia. Bueno, te diré que esta persona que te digo que es mi madre, en realidad es mi madre adoptiva, es mi tía (sanguínea). Al principio de fallecer mi mamá, mi familia sí estuvo, entre comillas, ayudándome, pero en general ya no lo han hecho, no ha sido una familia empática, eso duele mucho.
Me he sentido muy incomprendida por ellos. Vivo con mi tía y algunos primos y primas, aún así me siento sola, aislada. Lo ven como si fuera una tontada, como dicen, pero en realidad no es así, a penas el que lo ha vivido sabe, y no se lo deseo a nadie porque es algo horrible que siente tu cuerpo, que parece que no estás aquí, sientes que te apretaran el pecho, se vienen muchos miedos catastróficos, miedo a morir, a que pase lo peor, miedo a estar enferma, y es difícil si tu familia no te está apoyando, todavía más feo sientes.
Me he apoyado en mis amigas; cuando yo me he sentido mal, ellas han estado ahí para comprenderme. En cuanto a la familia, una prima política es la que he sentido que más me ha apoyado.
Este año empecé a tomar tratamiento, fluoxetina, en dosis bajitas, pero sí me ha ayudado. Fui recomendada por un médico general. A mí es lo que me ha ayudado, un poco el medicamento y el platicar con mis amigas, el sacar todo eso que tengo en mí, el expresarlo, mis tristezas, mis miedos, mis corajes, y también con ayuda de mi terapeuta, porque llevo terapia psicológica, todavía estoy trabajándolo. Esta pandemia cambió mi vida por completo. Para mí y muchas personas ha cambiado mucho la vida, porque el perder a un ser humano, a un ser querido, es muy duro, y más si ha sido la persona que fue tu padre y madre a la vez, siendo una persona que la vida me dio.
Extraño mucho a mi mamá porque, de mi familia, era la única que me comprendía, porque ella también tuvo ansiedad, también tuvo depresión, y ella me lo decía a mí. Gracias a Dios, el medicamento me ha ayudado, mis terapias, he hecho técnicas de relajación y platico con mis amigos.
Otra cosa que me ayudó fue tomar cursos sobre el duelo, sobre la ansiedad y sobre como sobrellevar la muerte. La forma en que mis seres queridos me pueden ayudar es escuchándome, entendiéndome, que haya empatía, que haya comprensión. He sido una persona resiliente que ha sabido sobrellevar todo eso y no me he estancado, y pues ya estoy mejor, ya me siento más tranquila.
Les doy las gracias infinitas a mis amigas, porque ellas son las que más me han apoyado en cuanto a mi ansiedad, mi duelo, mi depresión, mis enojos, porque platicando y expresando lo que siento se detiene todo eso.
Estoy luchando para salir adelante
Me llamo Flor, soy una mujer de 34 años, soy mamá, esposa y trabajadora. Desde hace poco, sé que vivo con ansiedad. Le tengo mucho miedo a la covid-19. Escucho que hablan de que están enfermos o noticias de covid, y me pongo muy mal. Siento un desespero, como si no pudiera respirar bien, y me agarra una sensación en el estómago de mucho miedo y me dan muchas ganas de llorar.
A veces, la ansiedad llega de forma repentina, cuando estoy tranquila. Hay momentos que me agarra un miedo que siento que me va a pasar algo y no estoy a gusto hasta que tengo que ir con el doctor. A mí ya me dio covid el año pasado, pero me enfermo yo de pensar en todo lo que está pasando, y yo misma, a veces que estoy nerviosa, he sentido los dolores hasta en la garganta. A veces me duele la cabeza y digo “a lo mejor es covid”, es lo primero que se me viene a la cabeza.
Últimamente, he tratado de no ir con el doctor porque voy dioquis. Yo no quise tomar nada de pastillas porque me sentía peor y porque me dan miedo las pastillas. He puesto mucho de mi parte, y lo único que he tomado son vitaminas, vitaminas B, vitaminas para el cerebro. Estoy llevando una terapia psicológica, he sentido que me ha ayudado porque sacó muchas cosas. Empecé a hacer ejercicios de liberar tensión, respiraciones, caminar y, la verdad, sí me ha servido. Tengo poquito con la terapia, pero sí siento que descanso.
Cuando tengo un ataque de ansiedad, las personas a mi alrededor pueden ayudarme estando conmigo. Mi marido, por ejemplo, él no sabe mucho de esto, pero con todo lo que hemos vivido él ha estado aprendiendo y, pues, él me lleva a caminar. Ahorita he tenido más a lo largo los ataques, pero días antes no podía hacer nada. Hacía porque de veras tenía que hacer las cosas.
Pero yo tomaba a la ligera las cosas y creía que me pasaba porque acababa de fallecer un hermano; y en la situación que lo encontramos, como que quedé en shock. Cuando encontramos su cuerpo, mi hermano ya tenía veintitantos días de perdido. Él padecía esquizofrenia y, pues, la verdad, somos de bajos recursos. A veces no teníamos para comprarle el tratamiento, y pues de eso murió, se le avanzó mucho. El forense que lo vio dijo que probablemente a él le dio un infarto. En el momento que se perdió, él debe de haber muerto porque, al momento que lo encontramos nosotros, él ya estaba disecado.
Mi esposo no quería que yo lo viera, pero yo quería estar segura de que él era. En el momento en que yo, con solo verle sus pies, yo sabía que él era. A los días después, yo empecé a sentir los miedos porque le vi su cara (en la funeraria). En el momento en que le vi su cara, ¡se me vino un miedo!, pensaba que lo iba a ver donde yo andaba en la calle, en la casa… todo se me juntó. Ahora, trato de enfrentar el miedo y de enfrentar también el miedo a la covid.
Yo salgo con más cuidados, cuido a mis hijos, y me apiada Dios, pero trato de enfrentar el miedo, porque tengo que hacerlo, porque si no, ahí estuviera en la casa. La psicóloga me ha dicho que estoy viviendo un duelo, y es algo que a lo mejor es de días o de meses (para superarse).
A las personas que están pasando lo mismo, les puedo decir que todo se puede echándole ganas, porque, en primer lugar, si uno no pone de su parte ahí, se va a quedar. Sí les recomiendo asistir a terapia porque, la verdad, ayuda mucho. A veces dicen que es de locos ir al psicólogo, pero no. Le ayuda a uno mucho, se conoce uno más, porque el psicólogo le ayuda a uno a ir sacando todo lo que uno tiene. Tengo una amiga que también me ha apoyado mucho, que trata de animarme sacándome, ella me alienta.
Agradecer ha sido clave contra la ansiedad que siento
Me llamo César. Yo me enteré que tenía ansiedad porque siempre me ha gustado leer, y yo descubrí que me estaban pasando cosas muy raras. Para todo estaba muy inseguro, si estaba tranquilo viendo televisión, de repente pensaba que me había faltado hacer, cómo estaban mis papás, cómo estaba todo el mundo, me ponía intranquilo.
Había momentos que me repetía que todo estaba bien, pero había algo en mi cabeza que me metía una idea y ya eso me perturbaba. Había tenido este tipo de sensaciones antes de la pandemia, pero sabía manejarlas; con la pandemia me desplomé, con la pandemia tuve todo más a flor de piel, he tenido una ansiedad más notable. Yo suelo ser muy positivo y optimista, pero la gente me notaba raro y me lo hacía saber, y empecé a prestarme atención y sí, es cierto, dije, estoy mostrando ansiedad hasta en como me comporto, hasta en como muevo las manos.
Hay tres cosas que me detonan estos sensaciones de ansiedad, de agitación y desespero, una es la muerte: el miedo recurrente a que a alguien de mi familia le pase eso, que ni me dan ganas de mencionarte. Tan es así, que todas las noches me da miedo dormirme, siento que voy a despertar con una mala noticia en mi teléfono. Estos miedos me empeoraron con la pandemia, si de por sí ya tenía esos miedos a la muerte por cuestiones naturales o normal, pero en la pandemia es muchísimo más frecuente porque enfrentamos a la covid-19.
Otra cosa son las cuestiones laborales, yo me dedico a vender ropa, y a mí se me vino una incertidumbre en cuanto a todo lo que haga en mis inversiones para el negocio, porque algunas veces casi no tengo ventas, y tengo que pensar muy bien qué hacer.
Y lo tercero que me causa mucha ansiedad es la situación financiera de mi familia, porque mis papás dejaron de trabajar al iniciar la pandemia y, casi casi que, en conjunto con mis hermanos, nos hemos hecho cargo de ellos, me da ansiedad pensar que ahora no puedo y que ellos tampoco tengan.
Pocas cosas me ayudan a disminuir esta ansiedad, una era el deporte, ahora tengo miedo a la enfermedad, a la covid-19 y me da miedo ir al gimnasio. Si voy a correr al parque y veo que está saturado, me da como estrés. A mí lo que me alivia mucho mi ansiedad, y con esto que te digo siento un nudo en la garganta, es marcarle a mis papás, escucharlos, es decir, están ellos y ya todo está bien. Eso me tranquiliza, me da consuelo.
No he recibido ningún tipo de terapia o ayuda psicológica. Tampoco lo he platicado con mi familia. Creo que porque me considero el soporte de la casa, cuando mis hermanos y hermanas necesitan ayuda, yo soy el que trata de estar fuerte, trato de estar para ellos, de tener positividad y darles ese optimismo que necesitan. Pienso que, a la vez, eso me ayuda, pero he tenido muchos episodios en los que me dan ganas de tener alguien que me escuche como ellos me tienen a mí. Yo creo que podría ayudarme mucho el tomar terapia, totalmente, y pienso darme tiempo para hacerlo.
A pesar de todo, yo conservo la positividad; creo que tenemos más que la ansiedad, y somos más que ella, siempre tenemos más, tenemos una vida, que ahora con la pandemia muchos ya no tienen y otros quisieran tener; tenemos manos, un cuerpo, salud, agradecer también me da consuelo, digo “es increíble todo lo que tengo, y a veces me atrevo a quejarme de todo lo que me hace falta”. Creo que es importante que de verdad miremos a los demás, a nosotros mismos.
La vida es un ciclo en el que estamos a prueba continuamente. Pienso que nada de lo que estamos viviendo es permanente, todo pasará y que el único exceso que debemos tener es el exceso de gratitud. Sé que voy a superar esto.
Un corazón roto por soledad
Me llamo Regina. Yo quiero contar una experiencia que no es personal, pero que la viví muy de cerca. Ahora, con la pandemia, es cierto que hay muchas víctimas directas y otras tantas víctimas no necesariamente murieron de covid, pero sí de situaciones que tienen que ver con la pandemia, y que se complicaron debido a todo este proceso tan difícil que estamos pasando.
Este es el caso de una cuñada, Estela, que tenía 60 años. Ella murió cuando estábamos en el primer confinamiento, en el primer semáforo rojo. Ella tenía ciertos padecimientos de salud mental que la afectaron mucho. Ella vivía sola. No estaba discapacitada, no tenía algo que le impidiera realmente hacer su vida, más bien sufría de desregulación emocional desde mucho tiempo atrás, y eso le complicaba mucho tener relaciones saludables con sus familiares.
Además, ella tenía dinero, podía hacer cosas, y no era como que necesitara una enfermera; era bastante independiente, no tenía una discapacidad que le impidiera salir a la calle, comprar cosas, hacer su vida.
Tuvo una vida muy complicada, muy difícil, y ya en su edad adulta, ya tenía más de 60 años, determinó la familia apoyarla, comprarle esa casa y que estuviera cerca del mar. Le compraron una moto para que pudiera trasladarse, vivir esa vida de pueblo en el mar porque a ella le encantaban esas cosas, le gustaba la vida sencilla, tropical.
El asuntó es que tampoco se adaptó, entonces, cada tanto le daban la vuelta sus hermanos, le echaban ánimos, tenía cerca a uno de sus hermanos, quien había comprado una casa cerca del domicilio de Estela para poder visitarla y estar pendiente de ella, fue la decisión que tomaron como familia. No estaba sola ni abandonada y tenía, además, su diagnóstico, el problema fue la pandemia.
Cuando llegó la pandemia, como el hermano que vivía más cerca era mayor, se asustó, se encerró a piedra y lodo y pues ya no pudo ir a visitarla. Todos los hermanos de Estela tenían comorbilidades, el resto vivía bien lejos, en otros estados, nadie podía ir a visitarla, el coste de exponerse les arriesgaba mucho.
El caso es que ella empezó a ponerse muy mal. Nos enteramos porque habló una vez aquí a la casa un vecino de ella, estaba encerrada y no salía, el vecino nos dijo que le preocupaba que no estuviera comiendo, logró verla a través de la ventana, dijo que se veía débil.
Ella ocasionalmente contestaba los mensajes, pero no pedía ayuda y, como a veces tenía sus episodios en que no le contestaba a la familia, pues pensaron que estaba en uno de esos episodios. Pues le hablamos al DIF, que trató de intervenir, pero no pudo, le pedimos ayuda hasta al Gobierno, le pedimos ayuda a mucha gente.
Entonces, le hablé yo a un hospital privado y pedí que fuera una ambulancia por ella, desde acá íbamos a pagar todo. Los de la ambulancia no quisieron sacarla, nadie quería sacarla de su casa, porque era invasión, ella no estaba en una situación de que no pudiera tomar una decisión; ella, si no quería abrir la puerta, tenía todo su derecho legal de no hacerlo.
Nadie podía obligarla, y los hermanos tampoco podían viajar, entonces pensé “me voy a ir yo”. Realmente me sentía muy preocupada por ella, estuve tomando la decisión. Y en eso de que me iba o no me iba, me dice mi esposo que estaba un sobrino ahí en playa del Carmen. “Le voy a hablar para que él sea el que vaya con la ambulancia y que le habrá la puerta”.
Entonces, yo empecé a enviarle mensajes vía Facebook a Estela, y en una de esas ella me hace una videollamada. Comenzamos a platicar y la convencimos de que se subiera a la ambulancia, entonces fue el sobrino y se la llevó en la ambulancia. La idea era que la llevara con un psiquiatra, y que el psiquiatra le diera algún calmante o algún medicamento de emergencia, pero al llegar al hospital en Puerto Morelos eso no ocurrió.
Mi esposo habló con un psiquiatra del hospital, y este le dijo que el border line (trastorno límite de la personalidad) no existía, que ya habían cambiado los métodos, mi esposo discutió con el médico, pero aún así no le dieron a ella ningún tranquilizante. Entonces, la sometieron a muchos procedimientos médicos, y resultó que tenía un cáncer. Le dieron la noticia así de sopetón, y se le rompió el corazón, y murió.
Fue muy muy triste. Estuve muchos días enojada pesando que debí de haber ido, pero necesitaba que la familia me diera el aval. Imagínate, llego y ¿qué hago? No podía internarla, no podía decidir por ella, o sea, no podía disponer de su propio dinero, ni de su casa, ¡imagínate!, y en lo que son peras y son manzanas, no le dieron la atención adecuada y ella murió.
Estela, sin duda, necesitaba apoyo. Ella necesitaba una ayuda especializada que no encontró ahí. Ella necesitaba, primero que nada, una intervención farmacológica, y no la tuvo adecuadamente. Los médicos nos dijeron que ella había fallecido de un infarto que se llama takotsubo, ese fue el veredicto médico que apareció en su expediente. El doctor que la atendió nos dijo que su organismo estaba muy deteriorado por el proceso que había pasado, que estaba sola, encerrada y que su cuerpo, incluyendo su corazón, ya no había resistido, que había pasado mucha presión y demasiada ansiedad, llevaba, además, algo de desnutrición y deshidratación.
El psiquiatra nunca dio la cara, y mira, por la distancia, la situación y por cómo quedaron las cosas y el dolor de la familia, la verdad es que ya ni siquiera quisieron investigar, y más bien se dispusieron a cerrar el ciclo y hacer el duelo, un duelo que, además, no concluye del todo, porque cremaron su cuerpo y es hora de que sus familiares no pueden ir a recoger sus cenizas, por el riesgo de hacer un viaje tan largo.
Las situaciones en pandemia para las personas que viven solas son complejas, en el caso de Estela lo fue. Creemos que sí hubo una negligencia por parte del psiquiatra que debió de haberle dado ansiolíticos; primero debió de haberla estabilizado emocionalmente antes de intervenirla otros médicos.
El hospital con eso se justificó, no dijeron “¡Ay! Bueno, es que no le dimos ansiolíticos, por eso se puso así”, pero en el expediente aparece eso, que falleció por takotsubo, entonces me puse a buscar y encontré que es esto: que se rompió el corazón, por todas las emociones y la ansiedad que vivió.
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Para mí, sobrellevar esta situación ha sido muy duro. Creo importante que las personas que convivimos con algún familiar con desregulación emocional, llevemos terapia para familiares y allegados con desregulación emocional. Es importante aprender “aceptación radical”, es vital abrazar la situación, abrazar la diversidad, aprender a ser más flexibles.
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