Ginger, Frida, Bacon, Freya o Yugui son algunos de los casi 200 pacientes que ha atendido Natasha Eliópulos en los últimos tres años. No son mascotas comunes ni fueron casos fáciles.
Ella es la responsable de la Policlínica de Animales Silvestres y Mascotas No Tradicionales de la Facultad de Veterinaria de la Udelar donde docentes y estudiantes atienden y rehabilitan todo aquello que no es lo común en un consultorio, es decir, que no son ni perros ni gatos ni caballos ni vacas ni ovejas o algún otro animal de producción.
El primer desafío de Eliópulos y su equipo es que en la carrera de grado no se estudian mascotas como erizos, mini pigs, chinchillas o serpientes; entonces, cuando llega un nuevo paciente –desde un conejo para esterilizar o una tortuga con el caparazón fracturado o un cobayo con malformaciones o incluso fauna salvaje baleada o atropellada– deben analizar desde la anatomía hasta las posibles patologías o cómo anestesiar al animal para operarlo.
“Nuestro primer paciente fue un ave silvestre. El primer año recibimos muchas mascotas no tradicionales. Fue el año de los erizos africanos. Aparecieron de debajo de la tierra”, bromeó Eliópulos. También llegaron muchos hurones y ratas porque, según esta veterinaria especializada en técnicas quirúrgicas, las últimas “son súper inteligentes y cariñosas”.
Frida, por ejemplo, era un erizo pigmeo africano (Atelerix albiventris) con una dermatitis parasitaria. En erizos son frecuentes este tipo de infecciones con ectoparásitos como garrapatas, pulgas y ácaros. Pero no es para nada común que llegue a la consulta una serpiente con garrapatas.
“Muchas veces nos llegan bichos de procedencia dudosa y no hay donde denunciar y si denunciamos no se efectiviza la denuncia. Nadie va a decir que compran de contrabando ni hay reglamento para pedir nada; nos remitimos a atender el animal, pero es lo que sucede si llega una serpiente con garrapatas, en estado de desnutrición, estrés y deshidratación. Eso significa que ha pasado por un montón de situaciones adversas”, dijo a El País con indignación.
Tratamientos.
Hace un mes, aproximadamente, la policlínica hizo un relevamiento del trabajo realizado desde la aprobación de su creación: se habían atendido más de 44 especies entre mascotas no tradicionales y animales salvajes y alrededor de 200 casos.
El paciente más emblemático para Eliópulos es el ejemplar hembra juvenil de un águila mora (Geranoaetus melanoleucus) que está en tratamiento desde noviembre de 2021 y todavía tiene cuatro o cinco meses por delante para recibir el alta. “Es un animal que estaba desahuciado”, señaló. Llegó a la policlínica desde Bella Unión con fracturas de radio y cúbito producto de un ataque sufrido por una honda. Para sobrevivir, la osteosíntesis debía ser perfecta, sino no podría volar de nuevo y, por lo tanto, moriría. “Siendo el ave rapaz más grande de Uruguay quisimos hacer el intento de ayudarla. Nos daba pena que la sacrificaran o que la amputaran. Intentamos la operación y ahora está en rehabilitación, ya está volando y se le está enseñando a cazar. Luego la liberaremos en Artigas. Fue un desafío que valió la pena”, relató la veterinaria.
Otro caso singular fue el de la tortuga cuello de víbora (Hydromedusa tectifera), una especie autóctona, que llegó en octubre con el caparazón fracturado luego de ser atropellada mientras cruzaba una ruta. Tras varias operaciones y rehabilitación, fue liberada hace unos días.
Otro fue el de una iguana verde macho (Iguana iguana), llamada Kiwi, que llegó con un pronóstico complejo. La falta de un buen manejo como luz solar directa y buena alimentación lo llevaron a desarrollar una enfermedad metabólica ósea (EMO) que lo afectó por el resto de sus días.
“El desconocimiento del veterinario de la clínica habitual y del propietario hace que los reptiles no reciban los cuidados necesarios para vivir. Los casos de EMO son muy frecuentes en las tortugas y vemos iguanas con deformaciones de la columna vertebral; son animales que no se curan si no hacemos un rápido manejo y radical”, alertó Eliópulos. También es frecuente la retención de huevos porque al tener una malformación el canal de postura está bloqueado.
Y añadió: “Recibimos animales exóticos que no son de nuestro clima y sufren mucho la humedad y la falta de luz. Animales como las chinchillas deben comer fibras y acá, por desconocimiento, se les da frutas y lechuga y llegan con unas patologías digestivas impresionantes. El 80% de las enfermedades que recibimos tiene que ver con el manejo inadecuado de la biología de la especie, ya sea nutricional, ambiental o por estrés”.
La veterinaria no dudó en dejar clara su postura al respecto: como médica debe asistir a todos sus pacientes; si desconoce cómo, debe aprenderlo (la policlínica da cursos de posgrado en farmacología y anestesia en animales silvestres o de identificación y asistencia a cetáceos varados vivos, por ejemplo). Pero lo reafirmó: “Me indigna profundamente”. Se refiere al tráfico de animales, a la falta de control y al desconocimiento de los propietarios de cuidados básicos de sus propias mascotas.
Pedido para instalaciones propias para trabajar.
Ante los incendios forestales que ocurrieron a inicios de este año en varios puntos del país, la Policlínia de Animales Silvestres y Mascotas No Tradicionales de Facultad de Veterinaria se puso a disposición para atender ejemplares de fauna silvestre que necesitaran asistencia. Así llegaron muchos lagartos overos y muchas comadrejas, entre otros. Natasha Eliópulos contó este caso: “Llegó una comadrejita mamá que tenía más del 80% del cuerpo quemado. Estuvo en internación y no pudo sobrevivir”.
Como en cualquier centro de atención de salud, la muerte puede colarse en el consultorio.
La policlínica requiere una agenda web, cuyo enlace está disponible en la cuenta de Instagram @fvetnotradicionales para solicitar día y hora. Hoy no cuentan con un espacio físico propio, sino que usan las instalaciones de otros consultorios y quirófanos en la nueva casa de estudios (Ruta 8 kilómetro 18). Eliópulos y colegas solicitan a la facultad una instalación propia para atender a sus pacientes en mejores condiciones y, en particular, para lograr la rehabilitación de los mismos. Por ejemplo, en enero llegó un ejemplar de Garza Mora (Ardea cocoi) tras ser rescatada por unos vecinos. Tenía una lesión en los sacos aéreos. Finalmente fue liberado pero se dio mantenerla en un lugar seguro y tranquilo para su rehabilitación.
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